Sobre la venta de CITGO y los activos de Venezuela en el extranjero, pérdida de memoria y práctica de ideales confusos

Hace años, cuando el gobierno de Venezuela resolvió vender la importante participación que teníamos los venezolanos en ciertas refinerías europeas, especialmente en Alemania, fijé mi posición pública indicando que para eso había que hacer un referéndum consultivo, debido a que la Constitución Nacional vigente de 1999 enuncia claramente el concepto de “Estado democrático”, a diferencia del concepto de “Gobierno democrático” contemplado en la anterior Constitución de 1961. Por tanto, los activos públicos son literalmente de la nación, no del gobierno, puesto que nuestra democracia no se limita al gobierno sino al Estado, siendo este la “empresa”, la estructura, cuya persona jurídica es la República Bolivariana de Venezuela y cuyos propietarios somos los venezolanos, más no los gobernantes electos. No existe, en ninguna parte de la legislación venezolana, la potestad transferida a los gobernantes para llevar a cabo tal enajenación.

Indistintamente que este escrito sea caldo para inflamar los argumentos de la oposición, no lo escribo desde la óptica de la oposición política venezolana, sino desde la perspectiva de un díscolo libre pensador que siempre ha tenido posiciones crudas respecto del manejo de la política pública nacional.

Planteo además, un paralelismo con el asunto de la reencarnación y de cómo la cultura imperante, valga decir religiones y partidos políticos, nos hacen perder la memoria hasta enfocarnos en situaciones más recientes y de poca relación entre los hechos de otros planos, épocas e incluso vidas (que indudablemente hemos vivido). Sugiero que el amable lector se despoje de prejuicios para que podamos discutir esto, me refiero a lo de la venta de los activos venezolanos en el extranjero desde la óptica de un libre pensador (si gusta llámelo ciencia ficción, ese es su problema).

Todas las culturas, pudiésemos decir sin excepción, han creído en la reencarnación y, por tanto, en la necesidad de habituarnos a estar conscientes de lo que hacemos en cada una de nuestras vidas y en las recurrencias que nos permitan avanzar sobre ciertos traumas y sucesos que nos marcaron en distintas épocas y locaciones.

La corriente sufí explica hermosamente el asunto de la reencarnación dentro del islam (para el caso de los musulmanes, obvio). El judaísmo milenariamente también lo ha creído y profesado, pero luego de mediados del siglo XIX fue dejando atrás esta creencia. Por su parte, el cristianismo, desde sus bases y orígenes siempre lo tuvo presente, hasta que los romanos en su asunción e institucionalización del cristianismo eliminaron convenientemente el asunto de la memoria a largo plazo y nuestra preparación para ello.

Existen suficientes evidencias documentadas, incluso dentro de la biblioteca del Vaticano y en diferentes facultades de teología en algunas partes del mundo que sustentan que desde el siglo IV hasta el siglo VI (nada que ver con Jesús de Nazaret y su época), los rezagos del imperio romano declararon oficialmente la reencarnación como una herejía (desde allí fueron extraídos las menciones dentro de los textos de la biblia cristiana, pero las anteriores “ediciones” de las escrituras sí lo planteaban), por razones que no estoy dispuesto a discutir con religiosos de la actualidad. Insisto en hacer referencia a la pérdida de la conciencia trascendental con relación a la memoria a largo plazo.

La cultura imperante y no sólo la de las religiones, sino especialmente la de los partidos políticos y a su vez todo ensalzado por los medios de comunicación (ni hablar de la maquinaria empresarial pro consumismo compulsivo), hace que nos desconectemos de la memoria a largo plazo por perder justamente la conciencia superior de lo que somos como producto de lo que hemos sido en el pasado, por tanto lo que seremos a causa de lo que hacemos en el presente. En muchas generaciones, muchas vidas pasan, pero no aprendemos de ellas, literalmente le hemos bajado el interruptor al aprendizaje consciente de la experiencia vivida y eso nos tiene más fregados que las izquierdas y las derechas, los gobiernos corruptos y populistas, la inseguridad y la escasez, porque todo parte del principio de la pérdida de la memoria consciente y su desconexión con la profundidad de la experiencia vivida, como ya se dijo. La ética individual y la moral colectiva, van de la mano (o debiesen ir) con el asunto que aquí planteo.

Fuera de los casos puntuales de un pequeño porcentaje de practicantes del judaísmo y un porcentaje mayor de cristianos que, entre ambos, no profesan las implicaciones de la reencarnación, el resto de sus correligionarios (dentro del judaísmo y del cristianismo), así como las demás culturas en el planeta, creemos sana y necesariamente en el vínculo entre los hechos y los tiempos. Si se comprendiese bien este asunto, créanme que nuestras sociedades fuesen menos flojas, menos mentirosas, menos ladronas y, por supuesto, menos criminales, porque siempre estuviésemos pendientes de tal conexión y por tanto sus implicaciones.

Ahora llevemos todo esto a la siguiente analogía. Hace algunas décadas, ante la ola neoliberal de privatizaciones en toda América Latina, los venezolanos criticábamos furiosamente que los gobiernos no nos consultaban a la hora de disponer de los activos de la nación. Sin embargo, la Constitución de entonces no obligaba a los altos funcionarios a hacernos consultas públicas, transparentes y vinculantes sobre este tópico en particular.

A la llegada del Cdte. Chávez al poder, se promueve una constituyente con el resultado de una nueva Constitución aprobada mayoritariamente en diciembre 1999, reimpresa en mazo 2000. Nos propusimos dejar atrás el concepto de “Gobierno democrático” para dar paso al novísimo concepto de “Estado democrático”, lo cual va mucho más allá y abre las puertas a la deliberación pública para que los ciudadanos de a pie participemos en las decisiones atinentes a los problemas comunes, la política pública y los activos públicos. La nueva Constitución le da un carácter muy especial a la industria petrolera y prohíbe su deliberado desmembramiento y enajenación, sea una venta cubierta o encubierta, directa o indirecta, para todos los casos lo prohíbe expresamente.

Entonces, no sólo formamos parte directa de un Estado democrático, sino que está prohibida la venta de ciertos activos de la nación. Para todos los casos de venta o enajenación de activos públicos, el gobierno debe plantear referendos consultivos y, para el caso de la industria petrolera, aún más, por ser no tácita sino expresa y deliberadamente mencionado en el ordenamiento jurídico venezolano.

En lo personal, poco me importan las tres (3) inmensas refinerías y las catorce mil (14.000) estaciones de servicio o gasolineras (bencineras) que tenemos en los EE.UU. por medio de la empresa venezolana CITGO, a razón de mi predilección por las tecnologías no contaminantes (quisiera ver en esta vida el desuso de los combustibles fósiles), pero el asunto de la consulta popular para la venta de un activo de tanto peso para la nación, es otra cosa.

La oposición venezolana se bate con argumentos como “de llegar a venderse la empresa CITGO, ¿en qué se invertirá esa enorme cantidad de dinero?”, y “no debería venderse aún porque genera ingresos corrientes para los venezolanos”, y no es que no sea cierto, es que no profundizan en el problema. A mi modo de ver, la oposición conoce tan poco y le repugna tanto la nueva Constitución venezolana, que muy poco la estudian y por tanto muchos la ignoran; pues allí mismo está la clave para desmontar todo este asunto.

Desde el punto de vista moral, el grueso de los venezolanos hicimos fuertes críticas a las privatizaciones, argumento que luego fue bandera del gobierno chavista, lo cual resulta contradictorio que desmembremos y vendamos un activo tan medular para la economía venezolana. Tal vez existan otros activos menos esenciales que puedan venderse o transferirse en concesión a un operador más eficiente.

Luego, desde el punto de vista jurídico no sólo estaría mal hecho, sino que es ilegal la venta de cualquier industria básica, especialmente la relacionada con el petróleo (para el caso venezolano, reitero).

En consecuencia, el hecho de que los ateos y empedernidos críticos denuncien que seguir una religión sin un profundo estudio de su pasado e implicaciones morales sobre lo que han hecho sobre las poblaciones que han abordado y la pérdida de las culturas primigenias (que pudiese ser cierto), es comparable al hecho por el cual todavía existen personas que siguen a los partidos políticos y a sus líderes, sin comprender las implicaciones de adherirse automáticamente a decisiones que puedan perjudicar la existencia misma de las bases sociales que apoyan a los partidos.

Podemos hablar por días enteros de tantos problemas que nos agobian a diario; criminalidad, enfermedades, invasiones, guerras, masacres, hambrunas, sequías, inundaciones y más, pero ¿esos son realmente problemas o apenas son la consecuencia del problema real central de pérdida de la conciencia superior en conexión con lo que fuimos, lo que somos y podemos ser como individuos y como sociedad?

Es difícil solucionar un problema si no arreglamos el despertar de base, y no podemos dejar de estar alienados a los partidos y a los líderes políticos, por tanto enajenados mentalmente, mientras sigamos alienados a las religiones sin vivirlas a plenitud de conciencia (con todo respeto a quienes las viven a plenitud de entrega y despertar, sin manipular ni alterar el origen cultural de nadie).

Espero no haber abrumado a mis lectores con esta extraña manera de explicar por qué estamos como estamos, junto con mi particular llamado de atención o exhorto a recobrar la conciencia superior para bien de todos, repito, de todos, tanto de tirios como de troyanos, porque Venezuela y el mundo entero necesita de todos, sin excepción, pero eso sí, con la conciencia superior despierta, alerta y bien conectada con la trama de la vida de la cual todos formamos parte.

@samscarpato

Código: 02-2014-0099

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2014). Sobre la venta de CITGO y los activos de Venezuela en el extranjero, pérdida de memoria y práctica de ideales confusos. Primera publicación en fecha 13-Ago-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 28-Dic-2015. Consultado en fecha Día-Mes-Año. Disponible: https://samscarpato.com/sobre-la-venta-de-CITGO-y-activos-de-Venezuela/