Desde algunos eventos científicos internacionales, hasta encuentros ecologistas por parte de grupos de base, he presenciado interminables acuerdos que siguen sin traducirse en la incidencia directa sobre espacios concretos para detener el grave avance de la destrucción de nuestros bosques, selvas y océanos, con ello la generación cierta de oxígeno para todos (en el caso de los océanos me refiero al fitoplancton marino, responsable de producir cerca de la mitad del oxígeno respirable en nuestra atmósfera).
Si bien debemos atender la emisión de gases efecto invernadero desde la raíz ética y tecnológica, también es cierto que la fijación de CO2 por parte de las portentosas y silenciosas creaciones vivas citadas en el párrafo anterior, puede ser otro importante factor mitigante de la polución que llega a nuestros pulmones, cultivos o nuevamente a la atmósfera recalentada. Junto con la emisión de oxígeno, las plantas transpiran considerables cantidades de humedad que desprenden a la atmósfera, por tanto, son además creadoras de una parte de la humedad que regula y puede afectar nuestro clima global.
Calentamiento global, efecto invernadero y cambio climático, parecen conceptos distantes en la medida que no comprendamos los primeros eslabones de la cadena y, por lo visto, seguirán siéndolo para muchos. Criticamos las emisiones de gases efecto invernadero y de radiación o calor directo (con toda razón) pero desconocemos lo más simple que nos enseña nuestra Madre Tierra para evitarlo, incluso remediarlo.
En febrero 2015, presencié importantes reflexiones por parte de funcionarios a quienes finalmente logré reunir frente a un pequeño manantial dentro de un hermoso bosque nublado (jamás imaginé poder convencer a distintos funcionarios a que me acompañasen simultáneamente a reunirnos junto a un pequeño naciente de agua). Juzgué miles de veces su burocrática actitud en nuestros encuentros y eventuales escaramuzas citadinas. Me disculpo públicamente, porque en medio de esos bosques abrieron su corazón a las sencillas claves que la naturaleza nos brinda para hacer los cambios desde lo más local a lo más general, descubriendo con ello su faceta de amables seres humanos, más allá de vestiduras o uniformes que usualmente he criticado con vehemencia.
Todo esto nos lleva nuevamente a los glaciares. En todas partes del globo el asunto es terrible, pero en los trópicos es aún más triste, por la enorme incidencia calórica y otros factores determinantes. Estoy fotografiando glaciares en Venezuela (y otros espacios de nuestra Abya Yala) desde 1988 junto con mis caminatas por tantas comunidades rurales e indígenas.
La foto que acompaña este escrito es de inicios de abril 1993, estábamos sentados (Eduardo Venturini Dinelli, Leonardo Martínez Bianculli y este servidor Samuel Scarpato Mejuto) sobre la segunda mayor elevación geográfica de Venezuela, el Pico Humboldt, mirando hacia el sur -suroeste, enfocándonos en el Pico Bonpland. Para que tengan idea de la entonces extensión del glaciar que separa ambos picos, la porción de hielo natural más grande y menos fragmentada de Venezuela (glaciar La Corona), fíjense en los tres escaladores que se aprecian a lo lejos y al centro de la fotografía (un grupo de amigos que provenía de Caracas).
La máxima elevación en Venezuela, el Pico Bolívar, es testigo de la desaparición acelerada de su enorme glaciar (Timoncito), ya fraccionado en cuatro lotes (muy separados entre sí) desde hace muchas décadas, por eso el Glaciar La Corona sigue siendo el más grande del país. Por su parte, el glaciar de la cuarta máxima elevación, el Pico La Concha (el tercer pico es el Bonpland), se da ya por desaparecido y puedo decir, con enorme tristeza, que llegué a conocerlo.
Quiero pedirle a mis amigos y colegas escaladores, que por favor tomen como referencia esta fotografía para medir el retroceso de nuestros glaciares, les quedaré agradecido. Espero puedan enviarme alguna fotografía en un ángulo similar pero otros períodos para que estimemos proporciones de tan lamentable retroceso y amenaza de extinción de estas masas de hielo.
Recuerden jamás desvincular el problema del retroceso de nuestros glaciares, respecto del cuidado y sana existencia de nuestros bosques, selvas y océanos porque, como unidades vivas atenuadoras del cambio climático, estamos más que conectados y la interdependencia es más que evidente.
Por favor medítenlo siempre.
@samscarpato
Código: 03-2015-1045
Para citar este escrito:
SCARPATO, Samuel. (2015). Retroceden los glaciares en Venezuela. Primera publicación en fecha 08-Feb-2015 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 13-May-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/retroceden-glaciares-en-venezuela/