Sobre la encíclica “Laudato Si” de Francisco, o lo que debemos escuchar sobre nuestra casa común

Me dispuse a analizar las casi doscientas páginas de la encíclica publicada en mayo 2015 por Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco, referida a Nuestra Casa Común, la Madre Tierra.

Me despojé de prejuicios y la analicé, no como empedernido ecologista ni libre pensador, sino como consultor empresarial, educador y como cientista político, revisé la introducción y los seis capítulos que componen el documento. Llené una vieja libreta de anotaciones, algunas de las cuales quiero comentarles en esta entrega.

Saber que el Papa advierte en sus notas 62, 82 y 159, que no somos los reyes de la creación y que debemos hacer una mejor hermenéutica de los pasajes bíblicos que suponen tan arrogante cosa (Gn 1:28; Dt 10:14; Lv 25:23; Sal 24:1), me dio cierta tranquilidad en este “diálogo” que tuve con Bergoglio.

No se trata de dominar absolutamente sobre las criaturas, porque la tierra no le pertenece al hombre, este es un forastero. Se trata de reciprocidad, una relación de responsabilidad con todos los seres vivos y con todos los recursos. De entrada, me gustó leer esto de un documento oficial emitido por un jefe de Estado.

El enlace para acceder al original de la encíclica es: http://w2.vatican.va/…/papa-francesco_20150524_enciclica-la…

La nota 138 sugiere que el concepto de Ecología debe ampliarse más allá del convencionalismo al que nos ha acostumbrado la academia. En sí mismo, debe “poner en duda los modelos de desarrollo, producción y consumo”, porque todo está conectado.

Los que trabajamos con Estudios (evaluación) de Impacto Ambiental, debemos hacer especial análisis de las notas 35, 36, 140, 167, 182, 183, 184, 185 y 186 de la encíclica. En serio recomiendo las lean con inteligente detenimiento.

Nuestras Evaluaciones de Impacto Ambiental (Estudios de Impacto Ambiental y Sociocultural EIAS, en Venezuela), son ciertamente tímidos, limitados y supeditados a la supra decisión del cliente, pero más terroríficamente dependientes de la autoridad pública competente en la materia, son quienes sentencian si el estudio es válido, suficiente y conveniente.

Bergoglio advierte que los EIAS deben ser independientes de toda presión política y económica. También advierte lo que por años hemos advertido: es casi un absurdo hacer un EIA a un proyecto ya formulado y presupuestado (generalmente ya asignados terrenos y recursos para su ejecución, con la contratista ejecutante con su maquinaria ya encendida a minutos de iniciar la obra o el desastre).

Apenas se concibe la idea, debe ser sometida a una evaluación de los posibles impactos que tendrá en el ambiente, la cultura y la sociedad. Esto nos llevaría a meter en carril a los gobiernos locales y nacionales con sus propósitos de políticas, programas, medidas y legislación de cualquier tipo ANTES QUE SIQUIERA SEA FORMALMENTE FORMULADA Y PRESUPUESTADA. Aquí Bergoglio se anotó mi respeto y consideración; ningún jefe de Estado lo había declarado de tal forma.

Lo poco que se invierte en investigación a favor del ambiente, también es una buena crítica que hace Bergoglio. La degradación y destrucción se nos viene a todos encima, tenemos una misma casa, por tanto debemos enfocarnos en un mismo proyecto de salvación del planeta. Pero la falta de creatividad en las soluciones empresariales, políticas y académicas, nos aleja de esta prioritaria meta (notas 23, 43, 44, 45, 46, 102, 103, 106, 107, 109, 115, 118,161, 164, 171, 192).

Nos hemos especializado en hacer diagnósticos de las secuelas de la crisis ambiental global, pero hemos sido débiles y tal vez cómplices, al no reconocer la raíz humana de esta crisis (notas 75, 90, 101, 162). No es causa ni culpa de la naturaleza la serie de “fenómenos” ambientales que se nos han venido encima y que cada vez son más intensos, devastadores y frecuentes.

Es insólito cómo estas realidades nos son disimuladas tras una militancia ecologista boba, esnobista y superficial (nota 59). Las redes y las consignas, así como el ropaje y los discursos ecologistas nos han atontado y alejado de la realidad real, que es mucho más cruda de la que nos pintan. Creo que los ecologistas eventualmente somos también unos “idiotas espabilados” (en alusión al libro de Scorer de 1980). La denuncia de esto es tal vez lo más genial que leí en la encíclica.

Hablar de transgénicos en las notas 131, 132, 133, 134 y 135, es evidencia que al menos un jefe de Estado se está pronunciando al respecto (sin perjuicio de lo hecho por los gobernantes de Bután, Bolivia y otros países que también lo han hecho práctico, aclarando que en Venezuela se ha hecho ley, pero no praxis).

Las cumbres bobas o acuerdos internacionales impotentes, también son denunciados en la encíclica (notas 54, 165, 166, 167, 170, 171, 173, 177, 181, 189). De Estocolmo (1972) a Río (1992), la denuncia de los movimientos ambientalistas era genuina, al igual que desde muchos círculos científicos en torno al tema. Con la transición al nuevo milenio hemos perdido esa claridad y potencia al caer en la insensatez del imperio de una ciencia cómoda para expresarnos y vestirnos, pero inútil para asegurar las verdaderas condiciones que sustentan la vida en la presente y futuras generaciones.

En lo particular, considero a la ciencia como la “gran ramera” aludida en los capítulos 17 y 18 del libro bíblico del Apocalipsis o Revelaciones. Es la ciencia la que se ha puesto al servicio de monarcas y corporaciones; es la ciencia la que genera argumentos que sostienen el marco jurídico y regulatorio del orden mundial, por tanto es la ciencia la que nos traiciona y traiciona el espíritu o esencia de todo cuanto vive en este planeta (notas 109, 115, 118). Es la ciencia la que debe ponerse al servicio de la vida, para que la política y la economía la emulen.

Hablar de la Amazonía en la encíclica (nota 38) o del inadecuado e inadecuado reemplazo de los bosques biodiversos por monocultivos forestales (nota 39), es realmente revolucionario por tratarse de una institución que ha sido en parte la fuente de la destrucción al decirnos siglos atrás que somos los “reyes de la creación” y con ello “las criaturas y recursos deben someterse a nuestros designios”.

La sustitución de los combustibles fósiles también se plantea (nota 165), al igual que la tecnología solar directamente aludida en la nota 172 que hace Bergoglio. Junto a ello, una interesante visión de una “gobernanza común de los océanos” (nota 174) porque son un bien común de la humanidad, lo cual va más allá de la simplista y limitada concepción jurídica y comercial de “mares internacionales” o “aguas internacionales” a la que nos tienen acostumbrados los que se ensucian impunemente sobre nuestra Madre Tierra.

Ver los espacios de vida cotidiana, los pueblos, barriadas o vecindarios, los mercados populares, etc., como centro de la posible transformación humana, es lo que los ecologistas hemos propuesto por décadas. No se trata de irnos al campo y dar la espalda al bullicio contaminante (igual lo hemos hecho), se trata más bien de transformar estos endemoniados lugares en espacios de vida. Para ello recomiendo el análisis de las notas 143 a la 158, orientadas hacia la ecología humana.

Aterrizamos en la educación y en la cultura como ámbito o subsistema indivisible de la ecología integral (ver notas 137 a la 162 del Capítulo Cuarto, así como algunas del Capítulo Sexto). En el particular, hemos compartido el análisis con la colega Carelia Hidalgo, sobre la necesidad de una educación renovadora, esperanzadora, más creativa y realmente revolucionaria. La educación nos debe hacer recobrar el rumbo interior y las grandes motivaciones que deben estar por encima de las soluciones técnicas (nota 200).

Los investigadores y docentes tenemos graves limitaciones a la hora de promover la inclusión de la variable ambiental en los programas y pensa de estudios. Usualmente creamos materias y asignaturas ambientales optativas (electivas), en vez de hacerlas fijas y obligantes, por creer que no se relacionan con el perfil central de muchas de nuestras carreras profesionales; craso error. El reto está justamente en crear e insertar contenidos ambientales en asignaturas no ambientales o dentro de los programas menos ambientales posibles, porque son los ejes que más orientan e instrumentan el desarrollo de nuestros profesionales.

Agradezco entonces a quienes me han puesto frente a estas notas, para su análisis y discusión, por haberme aleccionado sobre la heterogeneidad y universalidad de la fuente del conocimiento. De donde uno menos espera, encuentras claves y aliados para enfilar destellos de esperanza para el bien común y por un mundo mejor.

Imperdible pasearse por la nota 87 de Bergoglio, quien trata de transcribir fielmente la loa o cántico de Francisco de Asís “Loado seas”. San Francisco de Asís es el “patrono” de los ecologistas y de los animales, siempre le hemos tenido cierta devoción y, por lo visto, también ha inspirado a Bergoglio a tomar de él su nombre para nominar su papado o pontificado, pero además servirle de guía para pronunciar oficialmente tan importante encíclica. Bien por eso.

Mi agradecimiento por igual a quienes se tomen el tiempo de leer este escrito y puedan compartirlo o hacerlo del dominio público para su reflexión y acción.

@samscarpato

Código: 05-2016-3141

Para citar este escrito: 

SCARPATO, Samuel. (2016). Sobre la encíclica  Laudato Si de Francisco, o lo que debemos escuchar sobre nuestra casa común. Primera publicación en fecha 26-Jun-2016 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 03-Ago-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/sobre-la-enciclica-laudato-si-de-francisco/