Pensamiento complejo y transdisciplinariedad para resolver nuestra crisis

Gracias a mi hermana Haydeé logré participar en una excelente conferencia en vivo presentada por el doctor Edgar Morín, a quien seguimos desde hace años y es tal vez uno de los mayores exponentes del pensamiento complejo y la transdisciplinariedad. Este es justo el tema que quiero tratarles a través de algunos ejemplos cotidianos que nos puedan reunir en medio de las diferencias.

Crisis hay en todas nuestras naciones y, sin excepción, es sistémica. Nuestros problemas no responden sólo a factores evidentes o desencadenantes de dichas crisis. Aun así, los problemas no son tan importantes para los mismos grupos de personas, incluso dentro de una misma comunidad, donde existen intereses y puntos de vista eventualmente contrapuestos que amenazan con dinamitar el ejercicio de la articulación de las ideas para resolver nuestros problemas.

¿Qué pasa cuando nos salimos de la acreditada especialización e integramos pensamientos y disciplinas diversas y, en parte, contrapuestas? Pues esto es, para el pensamiento complejo, lo más espectacular que puede suceder. De esta forma, incrementamos la posibilidad de llegar a soluciones más racionales, integrales y de mayor impacto o beneficio. El reto está en lograr que la transdisciplinariedad no sea un obstáculo sino, al contrario, sea el motor que expanda el pensamiento complejo.

En una ocasión, me invitaron a hablar sobre mis experiencias en organización del trabajo agrícola cooperativo; para mi sorpresa, en el panel se encontraban junto a mí, un médico, un curandero, un productor agrícola y un maestro de escuela. Los cinco articulamos visiones muy diversas y logramos un increíble consenso sobre desarrollo local, ante lo cual, los asistentes no querían retirarse a pesar de haberse agotado el tiempo del seminario. La magia de la transdisciplinariedad exponenció el pensamiento complejo para llegar a soluciones simples y factibles.

Ahora bien, ¿quién acredita al experto?, ¿la experiencia o la universidad?, si lo vemos desde el punto de vista ortodoxo, resultará vencedora la academia, que es el ente acreditador del conocimiento. No obstante, según el pensamiento complejo y la transdisciplinariedad, es un riesgo confiarse sólo en las credenciales. A decir verdad, los más grandes emprendimientos han tomado caminos distintos a la ortodoxia y, contra la lógica instituida, siempre vence la experiencia.

Otra barrera es suponer que nuestro problema es peor que el del interlocutor. En clase de gramática italiana me sucedió algo curioso; no pude poner de relieve las decenas de personas que mueren en las costas venezolanas tratando de escapar del país, porque un compañero mexicano demostró con datos, que cruzando otras fronteras la cifra se eleva a centenas. Al momento, una compañera yemení sustentó que eso no es comparable con los miles y miles de muertos tratando de cruzar el Mediterráneo.

Decidimos no comparar cifras sino, más bien, acordar integrar la visión sobre cómo desnudar las causas aparentes hasta llegar a soluciones que toquen (ojalá remuevan) las variables que subyacen y que han desencadenado los problemas observables. Informáticos, politólogos, docentes y tantas otras áreas del conocimiento, de al menos nueve países muy distintos, llegamos a puntos muy comunes gracias al pensamiento complejo y la transdisciplinariedad.

Tal vez por sabernos sin las ataduras de una evaluación burocrática de desempeño y estando en un corto receso en el que nos sentíamos como escolares libres de decir todo lo que piensan, la sinergia alcanzó niveles realmente espectaculares. Ninguno impuso su punto de vista, ni su problema sobre el otro y el resultado fue genial, generamos ideas que no había escuchado en comités de alta planificación en los que he participado. Esto me lleva a sostener que, el camino del pensamiento complejo bien entrenado a integrarse en medio de la divergencia, nos puede llevar a soluciones casi insospechadas, que serán para bien si sabemos manejarlas.

Todo esto nos lleva al plano de la cooperación multidimensional entre partes contrapuestas y, si esto no se comprende, nuestros países no saldrán, jamás, de la crisis sistémica a la que se exponen. Tal vez este sea el punto más difícil de comprender y no por falta de inteligencia, sino por exceso de orgullo. Un mar calmado posiblemente no te haga llegar más rápido si dependes de un viento fuerte que sople las velas de tu barco. La diversidad y la contrariedad hacen, si comprendes esta parte, de la tormenta de ideas un motor de cambio en medio de la complejidad.

Saludemos la complejidad y la transdisciplinariedad.

@samscarpato