Muchas veces nos basta acudir al anaquel y tomar el producto que estamos buscando (cuando lo encontramos), o ir a la tienda a comprar algún trapo o zapato para pertrecharnos de alguna vestimenta pero, saber lo que está detrás de los productos, insumos y alimentos que consumimos a diario, por lo general no es de nuestra incumbencia. Somos ciudadanos desconectados, por eso los gobiernos y las industrias hacen de nosotros lo que les viene en gana.
El no saber o desentendernos no necesariamente significa que somos más libres y felices; por el contrario, implica alimentar una cadena de explotación infantil, devastación ecológica e invasión emocional de la que, en conjunto, nos hacemos los esquivos pero a la vez receptores de la mayor monstruosidad del planeta: dejar de estar despiertos a lo que nos daña y renunciar a la magia de la cooperación para salir de nuestras particulares crisis.
Desde los zapatos y la camisa que usas, hasta las hortalizas que comes, pasando por el chocolate, el café o la yerba mate que consumes, ni hablar de las piedras y metales preciosos que eventualmente empleas para decorarte, implican cientos o miles de cadenas que nos atan a la complicidad de la muerte, la explotación, la devastación y la enajenación mental.
Hablar de la provincia de Misiones, al noreste de Argentina, es sólo un punto dentro del puntillismo que satura nuestro mapa mundi de situaciones a revisar, de pasos pendientes por dar como humanidad que busca la evolución espiritual sin dejar de tener los pies bien puestos en la tierra, en la Madre Tierra.
He conocido de Misiones por diversos amigos y hermanos, pero sin dudas el que me enganchó más a sentir esta realidad en mi pecho, fue el che Ricardo Tapichi Díaz, con quien comparto como hermano y compañero de visión y lucha desde hace algunos años, sin menosprecio de las conversas gratas, comprometidas y fraternales con mis compañeras y luchadoras argentinas Ileana Maricone, Lis Burd y Elena Marcela, con extensión afectuosa a tantos compañeros que aquí no menciono. Ni hablar de mis bellas hermanas mapuche con quienes he convivido en el centro y sur de Chile, quienes han sacudido y recalibrado mi alma y mi existir.
El sur de Brasil, todo Paraguay, el noreste de Argentina y otros espacios circundantes, producen casi toda la yerba mate mundial, con énfasis, como les dije, en la provincia de Misiones. Pero igual podemos hablar del cultivo mundial del café, del cacao, de las fibras textiles o de muchas hortalizas que llevamos a nuestra mesa.
Por más de veinte años he sido agricultor, caminante y conviviente (no sólo ecologista e investigador científico) en cientos de espacios rurales e indígenas, por lo que les hablo no sólo con el romanticismo militante, tampoco desde la mera fría distancia académica de la limitada observación científica, sino desde la experiencia de vida.
Criticar desde la distancia nos alerta, pero no ayuda de mucho; enunciarlo en tantos discursos y mitines de calle, tampoco es suficiente; evidenciarlo desde una tesis y uno que otro artículo científico, pues tampoco. Somos ciudadanos descomprometidos, o mas bien desarticulados y hay que reconocerlo. Estamos dormidos frente al avasallamiento contra las manifestaciones de vida en nuestras naciones y hay que admitirlo.
El dolor se manifiesta a conveniencia, así como la solidaridad sobre el sufrir propio y ajeno. Las modas, las marcas, la comodidad y la militancia, nos mantienen atados a nuestra zona de confort y a la alienación. Es tan deplorable no denunciar por comodidad, como no hacerlo por solidaria militancia. El atraso pesa tanto que se convierte en un ancla que nos retrograda a la estupidez social y a la esterilidad política.
El problema es todo y el todo arropa a las izquierdas y a las derechas, a los gobiernos y a quienes los adversan; ese todo está en las religiones y en las anti religiones. El todo está en nuestras mentes, almas y corazones. Ese todo también está en los artilugios tecnológicos y en los que se afanan en satanizarlos. Somos idiotas espabilados y acomodaticios, ya nos lo recordaba Scorer, Seuss y otros tantos.
Ese 1992 que me perdí rebeldemente de mis padres, crucé a dedo el país, tejí correas y limpié acuarios en restaurantes lujosos en la isla de Margarita para ganarme algunos almuerzos, fue donde probé la yerba mate en un hogar sirio, tal vez libanés, no sé si palestino, ya no recuerdo, en el paseo o malecón que bordea parte de la bahía de Juan Griego, al norte de esta bella isla. Desde allí lo tomo gratamente sin saber la explotación infantil y demás estragos sociales y ambientales que estaban y aún están detrás del cultivo y procesamiento de este importante rubro suramericano.
Ver los videos que aquí les recomiendo me lleva a percibir con mayor ojo crítico tantos campos por los que he caminado, así como muchos de los productos que llegan (cuando llegan) a nuestros hogares. Sé que muchos de ustedes me leen profusamente, otros tan sólo para ver en qué ando. Les invito a todos a soltar muchas de nuestras anclas neurolingüísticas que nos mantienen atados al sueño del conformismo, y pasemos a revisarnos como sociedad mundial insustentable.
No se pierdan la segunda parte del trailer:
Este conjunto es genial:
Al igual que la entrevista para tv argentina:
No pierdan de vista este:
Les dejo mis palabras y vivencias, pero más que eso, las palabras y vivencias de los tareferos o recolectores de la yerba mate y de sus familias, para comprender de primera mano esta cruda realidad. Felicito a los productores de este y otros documentales, porque sólo así llevamos la queja y la crítica al escrutinio público comprometido, al menos con la reflexión que nos lleva a mover o arrancar las anclas de nuestra somnolencia.
Gracias a ustedes por ir más allá de la reflexión y por encauzar acciones que nos lleven a un mundo mejor. ¡gracias!
Abrazos a todos.
@samscarpato
Código: 03-2016-1056
Para citar este escrito:
SCARPATO, Samuel. (2016). Me encanta tomar yerba mate, aunque no lo sabía todo. Primera publicación en fecha 01-May-2016 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 29-May-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/me-encanta-tomar-yerba-mate-aunque-no-lo-sabia/