Decía la abuela “una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea”, ¿qué me iba a imaginar cuando me escapé “tan sólo” a buscar unos libros y lograr unas entrevistas urgentes para mi tesis de doctorado, que el universo que se abriría ante mí?

Ir a tientas a Buenos Aires con un mísero sueldo docente, es como jugar con el destino y, literalmente, abrir las manos para depender de lo que el cielo te ofrezca. Visitar apartadas estaciones del subte, plazas, ferrocarriles y mercados, tal vez despunte una primera muestra de lo que es un país de locos, eventualmente extraterrestres pero, sin lugar a dudas, una nación que no se deja reprimir, aflora lo que siente y muchas veces lo que piensa, allí un primer paso para sentirme realmente en casa.

Un país de locos que no se conducen como locos, porque cada quien busca con fuerza su destino sin esperar ni depender de la culpa a los demás, eso honestamente me asombró, porque se mira hacia adelante sin llorar lo sucedido, ¡bravo por eso!

No existen neutrales, todos muy críticos a favor o en contra de lo que hacen los políticos y las instituciones que entretejen con amarres (a veces inexistentes) la gestión de públicos y privados y, asombrosamente, nadie se cae porque nadie espera que le digan lo que tiene que hacer, ni siquiera los que nada tienen porque, aunque muchos no lo crean, el argentino coopera entre sí y eso ayuda a sostener esos extraños e invisibles amarres que hacen que no se caiga un país cuando falta, en apariencia, una fuerte institucionalidad articulante y amalgamante en todo el orden sectorial y territorial.

Un extraño país en el que en un día eres testigo de la aprobación de una ley que dice que en dos años los abastos, tiendas y supermercados suprimirán el uso de bolsas plásticas contaminantes y las sustituirán por bolsas y empaques totalmente biodegradables, pero el mismo día le roban el vehículo a un senador de la república cuando comía en un sencillo restaurante de la ciudad.

Argentina, dicen, es un país de “arrogantes” y “petulantes”, pero cuando presencias la transmisión en vivo de un partido clasificatorio de fútbol Argentina – Chile (lo vi comparando varios canales de la tv), narrado por argentinos, te das cuenta que no insultan ni ridiculizan a la selección contraria, a diferencia de lo que presencié en Chile y otros países.

Tal vez sean los “porteños” los más locos o los más arrogantes pero, para salir de dudas, debo seguir caminando, observando y compartiendo con distintas personas rubias, morochas (de piel morena), ricos, pobres, judíos, italianos, gauchos y mapuche. La gente era capaz de dejarse detener en la calle para contestarte preguntas, conversar, ¡incluso ayudarte! No podía entender esa extraña arrogancia argentina, pero debía ir más allá.

Profesor Scarpato brindando una conferencia en Argentina sobre gestión de la agroecología de altos rendimientos.
Profesor Scarpato brindando una conferencia en Argentina, sobre gestión de la agroecología de altos rendimientos.

Haciendo arreglos y pidiendo ayuda, pudimos comprar boletos y llegar a un prestigioso local nocturno donde se pueden apreciar diversas muestras de tango, este “lujo” valió la pena. Disfrutar de más de quince números en “Tango Madero”, una buena cena y seguir compartiendo con esta gente “arrogante”, me permitió desdibujar los prejuicios y reconstruir una tremenda impresión, como la que me llevé al evidenciar que el maestro de la locución en Venezuela, Ivan Loscher, es quien hace la voz en el micro audiovisual (casi documental) que nos introduce en el espectáculo.

Los argentinos están todos locos, puedes ser “bárbaro” y “boludo” al mismo tiempo, se insultan con toda la fuerza del alma, pero a su vez se abrazan y se despiden de beso en la mejilla (incluso los hombres). No se guardan nada y, repito, por eso me sentí como en casa. Mi mayor boludez fue no poder desbloquear mi cuenta de facebook desde Buenos Aires, con lo que se hizo imposible acceder a los teléfonos y direcciones de tres importantes personas que debía llamar y visitar, la boludez fue que se me olvidaron las respuestas a las preguntas de seguridad para desbloquear el acceso que tenía negado porque el “sistema” determinó que un “extraño” intentaba hacerse de mi cuenta porque no accedía desde su localidad habitual, ¡qué boludos estos del face!, ya saben lo que pueden hacer con su “Palo Alto, California”.

Quedamos a la deriva y caímos en las “garras” de la única argentina que había pre contactado antes del viaje y logré guardar su número telefónico en un papelito. Esta “arrogante”, Ileana Maricone, fue capaz de manejar casi horas para buscarnos, invitarnos a almorzar en un bonito restaurante de Moreno, luego llevarnos a su casa, abrazarnos y juntarnos en la mesa con toda su hermosísima familia y, para colmo, llevarnos al terminal de buses a la media noche ubicado a una hora de su casa. Que boludez la mía creer arrogante a esta gente que se abre como el amanecer para atendernos de mil maravillas sin contraprestación alguna. De a poco, los miedos se disipaban y la tranquilidad llenaba el alma.

Salir de Buenos Aires rumbo al campo, lo que siempre nos ha gustado, fue el mayor desafío para la observación social. Ya dejábamos la apariencia atrás y nos enfrentábamos con la Argentina real, tal vez más loca, posiblemente más genial.

¿El amanecer en Entre Ríos, junto al río Uruguay, sin conocer a nadie, pero toda la familia esperándonos, fue el determinante que nos hizo pisar tierra o el cielo?, es difícil saberlo, pero allí comprobamos que los argentinos están ¡verdaderamente locos!

Indescriptible la hospitalidad de una familia extraterrestre pero real, que vive tan igual como mi familia, simple, sin sobresaltos ni guardarse nada por dentro, emocionales, sentimentales, sin ataduras, ateos y religiosos conviviendo bajo un mismo techo, extraterrestres todos, contando con la impertinente encarnación pura y bulliciosa del hippie más aterrizado que conocí, Ricardo Tapichi Díaz con su innegable cable a tierra, Mirta y sus princesas en flor, tan hermosas que son sus hijas, que por supuesto heredaron la belleza de la madre y tal vez la locura del padre.

Todos los amigos y vecinos, gente hermosa, amplia, de corazón enorme, músicos, artistas, profesores, todos preocupados por la vida pero ninguno tira piedras. Carlos, Ricardo, Dariela, Alexis, Marcos, Lucía, Norman, Ma Cristina, todos con sobrenombres como extraídos de fábulas animalescas, pero trabajan y prosperan a su manera y, en especial, hacen que las demás personas siempre despierten, siempre avancen. Esa es la gente imprescindible para el planeta, genuinos portadores de las llaves que abren la nueva era.

Insólito récord de haber organizado y montado una conferencia en menos de una semana y haberse interesado tanto por los temas que les llevábamos. Gracias a todos los organismos y más aun a la gente que, sin mover los hilos del poder, hicieron el trabajo cooperativo de hormiguita que resultó mucho más poderoso y efectivo. Al parecer hubo mucho interés por la conferencia que llevamos y la repercusión que posiblemente traerá. ¡De verdad, gracias!, impecables todos los que la hicieron posible.

La abuela decía que uno va donde los vientos lo llevan y uno labra la tierra que llega por magia del universo hasta tus manos, tus pies, tu corazón y tu espíritu; las puertas que se te abren, son las que estaban esperando por ti, y eso sentí en medio de tanta gente hermosa que me dieron muchas lecciones de vida y de familia y, tal vez mi mayor sorpresa y más grande ganancia, fue fortalecer mi vida en familia, que bastante falta que me hacía.

No puedo sino agradecer con profunda emoción, a la vida, al universo entero, a mi dios y tu dios, por apenas ir con la expectativa de obtener ciertos datos para mi investigación doctoral entre tanta gente “arrogante” y traer de vuelta la lección por la cual el perfecto arrogante no era más nadie, sino yo mismo queriendo resolver la vida a medio mundo, cuando debo sanar tantos temas pendientes al alcance de mi corazón y de mis manos, para renovar energías y poder seguir abriendo las manos al universo. Por eso gracias a todos que, sin boludeces, llegaron directo a mi corazón y al de toda mi familia.

Código: 08-2012-6097

Para citar este escrito: 

SCARPATO, Samuel. (2012). Gracias Argentina, fui por un bocado y descubrí el universo entero. Primera publicación en fecha 22-Oct-2012 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 11-Jul-2017. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/gracias-argentina-fui-bocado-descubri-universo-entero/