Ante el estrado, dije que es arriesgado hacer lo que me pedían, porque decir las cosas tan de frente para suscitar necesarias discusiones de fondo, a veces incomoda y nos lleva a la negación.

– Les hablaré desde la experiencia y la hipocresía, desde la esperanza y el pesimismo, pero también desde la radicalidad que merecen ser tratados estos temas para poder cambiar el rumbo suicida de nuestra vida en el planeta.

– Señor Juez, para beneficio de mi defensa, le aseguro que familiares, amigos, compañeros y vecinos, darán testimonio que, desde muy niño, ya me declaraba culpable de entregarme de lleno a la defensa y protección del ambiente; antes de terminar la década de 1980 ya activaba con alevosía en diversos colectivos ambientalistas con suprema prioridad, incluso a costa de mi libertad.

– Por eso le hablaré con gran desvergüenza de algo que me inquieta desde hace más de tres décadas. Siendo culpable de preocupación por estas cosas, escuchaba con esperanza que lo peor de la contaminación del planeta ya estaba pasando y que, al cabo de 30 a 40 años, pasaríamos a emplear tecnologías limpias para nuestro beneficio y el de nuestra madre tierra; años después, desde 1992 hasta 1998, suscribimos los compromisos más importantes para revertir las tecnologías contaminantes y así reducir nuestra pesada carga contaminante sobre el planeta.

– Las décadas pasaron y ante esta audiencia denuncio, su señoría, que me han tomado por un gran ingenuo porque, sin miedo a equivocarme, consignaré pruebas que sostienen que los medios, las corporaciones y las academias, que parecieran ser lo mismo, nos dicen en pleno siglo XXI que estamos pasando por lo peor de la contaminación, y que dentro de 30 a 40 años se habrán revertido las tecnologías contaminantes a favor de reducir la carga contaminante sobre el planeta.

– Es posible que yo haya escuchado eso en sueños hace 30 años y les mienta a sus majestades al decir que los medios, las corporaciones y las academias, que parecen ser lo mismo, a su vez lo divulgaron hace varias décadas. Por eso me declaro culpable su señoría, culpable de creer de niño y adolescente que nuestros líderes y nuestras instituciones estaban realmente trabajando por un mundo mejor, más vivible.

– Comprendo que tenemos un mundo más vivible su señoría, y no me vaya a tomar por ignorante, entiendo que hoy día hay más acceso al agua potable gracias al agua que extraemos inmisericordemente de otros espacios que la necesitan, construyendo sistemas de extracción, represamiento y distribución que destruyen millones de hectáreas y centenares de poblados para proveernos del vital líquido.

– También estoy consciente que hay mayores cantidades de alimentos, hermosos, enormes y bien colocaditos en vitrinas refrigeradas y anaqueles, sin importar su procedencia, incluso sin saber que lustrosas e ingeniosas gigantes máquinas labran millares de hectáreas de nuestros suelos antaño fértiles y los pueblan de novedosos y persistentes agroquímicos, donde una vez abundaba la colorida y diversa vida.

– Observo también señor juez, y no vaya a creer que no lo aprecio, que existen ya pocos espacios en el planeta sin electricidad y sin vehículos automotores, por lo que reconozco el gran avance científico tecnológico para dotarnos a casi toda la humanidad del servicio eléctrico, gracias a millares de termoeléctricas, hidroeléctricas, refinerías, estaciones de combustible, tendidos eléctricos y una gran variedad de mecanismos para trasladarnos, escribirnos y comunicarnos, eso señor juez, es inclusión, ¡gracias por eso!

– En lo político y en lo social, agradezco a los abogados, economistas y cientistas políticos, haber traducido cabalmente los gritos libertarios ingleses, franceses y los de nuestros libertadores, ayudándonos a fundar nuevas repúblicas donde nos han zumbado dentro de un mismo saco a todos los pueblos que convivimos en tan elegantes y sofisticadas repúblicas, gracias por eso también.

– Gracias señor juez por pensar por nosotros, por administrar justicia y sentenciar a favor de lo que vuestras majestades consideráis mejor para nosotros, nuevamente los medios, las corporaciones y las academias, que parecen ser lo mismo, nos llenan de regalos de bondad al decidir sobre ataviadas mesas, lo que es más justo para nuestro bienestar.

– Señor juez, mi osadía es extrema y arriesgo ser merecedor de grandes penas por extenderle una invitación a que baje de su presídium y caminemos un rato para que escuche el susurro que trae consigo la enorme ola que ya se nos vino encima pero que aún no ha explotado; esta ola social, económica, ambiental y política se nos vino encima señor juez, pero debo sacarlo de las oficinas y de los centros comerciales para que pueda apreciarla con más detalle.

– Vea con sus propios ojos que ciertamente tenemos más acceso a todo, pero no para mejorar, conservar y perpetuar las fuentes de ese todo, sino para acelerar el ritmo de consumo y hacernos sentir que vivimos más y mejor señor juez; es por eso que las fuentes de vida, es decir el agua, los suelos fértiles, la biodiversidad y el oxígeno, deben ser extraídos de nuevos y cada vez más remotos lugares porque los viejos ya los hemos secado, desertizados y acabados por completo.

– La presión política de las enormes masas que demandan más y mejores servicios, junto a nuestra voracidad que caracteriza el nivel de vida que nos han hecho creer los medios, las corporaciones y las academias, que parecen ser lo mismo, hace que vuestras mercedes no se fijen en la irreversible destrucción de nuestras fuentes de vida. Por ello, insisto, cada vez construimos más represas, embalses, hidroeléctricas, termoeléctricas, mayores maquinarias agrícolas, más y más avanzadas tecnologías que avanzan justamente como si nos empujasen hacia un precipicio, al tiempo que dejamos atrás no una estela, sino océanos enteros de suelos estériles, secos, aguas saturadas de polímeros y un aire cada vez más irrespirable.

– Su señoría, le he invitado a dar un paseo, no para atentar contra usted, aun cuando ganas siempre nos acompañan, no es para eso. Por el contrario, queremos convencerle que existen mejores formas de vivir en el planeta y las muestras son tan antiguas como antigua es su empeño por subestimarlas. La respuesta es tan simple que no requiere complicados estudios de los medios, las corporaciones y las academias, que parecen ser lo mismo, sino se trata de bajarnos juntos del tren de la muerte para mostrarle por unos instantes el estado de conciencia en el que se puede vivir en armonía con todo y con todos.

– Para eso, señor juez, hay que tener riñones, más que conocimientos, porque conocimientos de vida los hay y muchos; necesitamos más riñones no para incrementar la población sobre el planeta, sino para tomar decisiones más asertivas favor de la Pachamama, nuestra madre tierra, porque es ella y no otra, la que nos provee y nos proveerá del sustento vital que requerimos para ser y estar aquí, incluso en su lugar diario de vida y trabajo. Basta tan sólo que aprenda a relacionar las cosas su señoría, a relacionar los hechos, los impactos y las tecnologías.

– Pero escúchenos por un momento señor juez, y no haga tanto caso a los medios, las corporaciones y las academias, que parecen ser lo mismo, porque fueron ellas las que nos dijeron hace décadas que en poco tiempo saldríamos de este embrollo; hágale más caso a las aves, los insectos, peces y a las hojas de los árboles, porque son ellas y ellos quienes tienen más que decir, no se arrepentirá de su sabiduría, créame, por favor se lo pido.

– Así que, señor juez, me declaro culpable de esta declaración y de no poder emitir ningún discurso a favor del día internacional de la educación ambiental, hasta tanto no sean llamados mis abogados, porque es junto a la defensa que sostendré las pruebas de lo que pudiese garantizar la vida en el planeta, su mismo planeta su señoría. Por lo tanto su majestad, aquí nos hundimos todos o nos salvamos todos, y disculpe usted que haga alusión a sus riñones para salir de ésta, porque mis riñones están en su sitio para decirle lo que siento y pienso, señor juez.

– Espero su respuesta su señoría y luego veremos si le sirvo para contarle el cuento de la educación ambiental y que los medios, las corporaciones y la academia, que parecen ser lo mismo, crean de una vez por todas que, si nosotros nos hundimos, ellas también lo hacen.

@samscarpato
Enero 2013

 

Código:03-2013-1020

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2013). Fui juzgado por el Día Internacional de la Educación Ambiental. Primera publicación en fecha 26-Ene-2013 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 26-Ene-2017. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/fui-juzgado-dia-internacional-la-educacion-ambiental/