Desde la última década del siglo XX, hemos sido testigos de una discusión eventualmente estéril y en apariencia sin salida, referida al contraste y escogencia entre los términos desarrollo sustentable y desarrollo sostenible. ¿Acaso sustentabilidad es lo mismo que sostenibilidad? Hagamos un repaso de lo que hoy ha generado imperceptibles escaramuzas entre los grupos de presión, mientras se ha permitido el desvío de la esencia o discusión de fondo hecha en esta materia en las décadas de 1960, 1970 y 1980, nos referimos a cambiar el actual modelo de desarrollo.

Hasta finales de la década de 1960, en la mayoría de las naciones del mundo, la ecología y el tema ambiental, estaban asociados a la conservación de recursos naturales para uso agrícola, así como para bien de la salud pública en el caso de la mitigación de condiciones y vectores propagadores de enfermedades. A partir de esa década (con énfasis en la subsiguiente de 1970), las discusiones sobre ecología pasan a tener el mismo estatus político decisorio que los temas referidos a la energía, economía y al asunto social en general.

Antecedente internacional

Un importante antecedente, es la “Conferencia intergubernamental de expertos sobre la utilización racional y de la conservación de los recursos de la biósfera”, organizada por la UNESCO y llevada a cabo en París, del 4 al 13 de septiembre de 1968. Tres meses más tarde (del 8 al 11 de diciembre) se efectúa en Virginia, EE.UU., la primera conferencia a escala global sobre “Aspectos ecológicos sobre el desarrollo internacional” organizada por la Fundación para la Conservación (Washington) y la Universidad de Washington en San Louis. Al término de esta conferencia, se publica en Morges (Suiza) un manual sobre “Principios ecológicos para el desarrollo económico”, por iniciativa y autoría de la precitada fundación junto con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y sus Recursos. Recomiendo el texto Ecological Principles for Economic Development, por Raymond F. Dasmann, John P. Milton, Peter H. Freeman (Londres, 1973).

Estos y otros esfuerzos, condujeron al Secretario General de la Conferencia de las Naciones Unidas para el Ambiente (convertida en Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente –PNUMA– en 1972) a convocar la reunión sobre “Desarrollo y ambiente”, un encuentro de especialistas mundiales en Founex, Suiza (del 4 al 12 de junio, 1971), del cual se derivó el “Informe Founex” (Founex Report). Este encuentro sirvió de preparación para lo que sería la Conferencia de Estocolmo. Se recomienda revisar el enlace: https://es.scribd.com/document/91160453/Founex-Report-1972

La Conferencia de Estocolmo se llevó a cabo en junio 1972 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Humano o Ambiente Humano –Human enviroment–, nombre original de la conferencia), posteriormente reconocida como la primera Cumbre de la Tierra, fue la primera gran convocatoria internacional en materia ambiental organizada por la ONU, en ella se aceleró la catalización de estudios científicos y de altos compromisos políticos para atender la cuestión ambiental como un asunto multifactorial que es causa y a la vez efecto del modelo y grado de desarrollo de las naciones, junto con la relación y posible responsabilidad que tengan estos modelos en su impacto sobre el ambiente.

Se requería proponer un concepto de modelo de desarrollo que implicase la reducción considerable de la pobreza y, a su vez, la posibilidad por la cual este modelo de desarrollo permitiese el respeto a la capacidad natural de reposición de recursos naturales que nos sustentan como civilización. Para ello, la sociedad científica internacional debía llevar a cabo acuerdos claros y conjuntos con los líderes políticos.

Finalmente, para el año 1987, fue una mujer y a la vez médico especialista en salud pública con dilatada carrera social y política, nos referimos a la primer ministro de Noruega, Gro Harlem Brundtland, quien encabezó una comisión nombrada por las Naciones Unidas, cuyo resultado de trabajo fue la emisión de un informe denominado “Nuestro futuro común”, algunos lo conocen como “Informe Brundtland” en reconocimiento a los esfuerzos de esta luchadora social nacida en 1939, en el que se acrisoló el término Desarrollo sustentable.

En la página 16 que tiene el informe (de un total de 300) se desprende al inicio de la nota 27, la síntesis que muchos especialistas han empleado como una aproximación a la definición de Desarrollo sustentable: “Humanity has the ability to make development sustainable to ensure that it meets the needs of the present without compromising the ability of future generations to meet their own needs”, cuya traducción nos dice que “La humanidad tiene la capacidad de hacer (alcanzar) el desarrollo sustentable para asegurar que ésta satisfaga las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades” (las negrillas no forman parte de la cita textual). Fíjense que, en ningún momento, se habla de una definición o concepto. De hecho, el informe va más allá de este detalle.

Reducir a tres líneas el espíritu y sustento del informe sería una falta de responsabilidad. El desarrollo sustentable es mucho más que eso y, si se quiere ahondar al respecto, es preciso leer el informe completo. Recomiendo hacerlo; el enlace directo para revisarlo y descargarlo es: http://www.un-documents.net/our-common-future.pdf

¿Sustentable o sostenible?

El término en el “Informe Brundtland” fue emitido en idioma inglés y corresponde a Sustainable development (Desarrollo sustentable). En habla inglesa, germana, holandesa, rusa o cualquiera de las derivadas de las naciones escandinavas, no existen dos términos optativos, sino uno solo. A su vez, estas lenguas comparten raíces más o menos comunes, siendo fácil la traducción y adopción del término.               

Por el contrario, en lenguas latinas el término Sustainable development tuvo que ser traducido, en cuyo proceso algunos ecologistas, corresponsales de prensa y editoriales (muchos de ellos no acreditados científicamente en la materia), lo tomaron por analogía de un anglicismo fonético (más no del grafema), aún cuando los científicos de lengua latina (en su mayoría dominan el inglés) siempre trabajaron con la traducción más directa y correcta del término, es decir, de su grafema más no de su fonema.

Un asunto más semántico que gramatical

“Sustainable” se traduce “Sustentable” y hace referencia al verbo “sustentar”, siendo el propósito central de la comisión e “Informe Brundtland” que originó y acuñó el término, de allí la recomendación de leer el informe completo. El problema es que, el grafema en inglés se lee pronunciando un fonema que suena (redundo) totalmente distinto. Al leer la palabra en inglés, decimos “sosteinebol” (así se lee en inglés). Por asociación, el anglicismo fonético o término en español más parecido es “sostenible”, por lo que este último término no es una traducción directa sino un anglicismo fonético o una adaptación por oído, el cual hace referencia al verbo “sostener”, cuyo espíritu del término no fue la esencia ni propósito de la comisión e informe Brundtland.

Una prueba adicional consiste en acudir a diccionarios o traductores español/inglés acreditados y buscar los términos “sostenibilidad” y “sustentabilidad”, todos nos llevan al término “sustainability”, ¿a qué les suena y a qué se parece este grafema? Recuerden que, entre las palabras homófonas y las homógrafas, al momento de traducirlas por lo general se escogen las homógrafas.

Durante la última década del siglo XX, diferentes diccionarios de lengua hispana, junto a otros de lenguas latinas, fueron asociando los términos “sostenible” y “sustentable”, pero siempre dando preeminencia al verbo “sustentar” y al término “sustentable”. Cuando vemos las ediciones de diccionarios de décadas pasadas, este problema poco sucedía, por cuanto “sustentar” jamás significa lo mismo que “sostener”; “sustento”, en gran parte de sus acepciones, se aleja de diversas acepciones del término “sostén”.

La ecología y la economía opinan

En menos de una década del “Informe Brundtland”, diversas disciplinas asociadas a la economía y a la ecología comenzaron a estrechar acuerdos en cuanto a la aplicación del término en los procesos y los sistemas objeto y sujeto de estudio.

En lo particular, cuando me tocó registrar en mi facultad (Decanato de Administración y Contaduría – DAC, luego Decanato de Ciencias Económicas y Empresariales) y en el Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de mi universidad (Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado, UCLA), el primer trabajo científico asociado al término (al menos en mi facultad), en el primer semestre de 1995, no tuvimos confusión con el término porque aún no se hablaba públicamente de “sostenible”, sino únicamente de “sustentable”. Se escuchó la opinión de los doctores Luis David Morantes (fundador de la primera cátedra de ecología en facultades de medicina en gran parte de Latinoamérica y, en especial, en Venezuela) y Ramón Pugh (antropólogo y doctor en Ecología, jubilado de la Universidad Central de Venezuela quien, para entonces, era profesor invitado en el postgrado de mi facultad); ambos coincidieron en el término desarrollo sustentable y así quedó registrado por gestiones de la Econ. Concetta Esposito, para entonces Coordinadora del Centro de Investigaciones de esta facultad.

Con el tiempo, los términos fueron separándose. Para la ecología la acción de “sostener” se refiere al corto plazo, mientras que “sustentar” apunta al largo plazo. Así, el “Desarrollo sostenible” implica mecanismos para incidir en la dinámica de los sistemas al corto y mediano plazo. Por su parte, “Desarrollo sustentable” apunta al equilibrio de los sistemas al mediano y largo plazo.

A su vez, la economía, la administración y las finanzas asocian los términos “sostener” y “sostenible” a subsidios y subvenciones o a aquello que no se sostiene por sus propios medios o procesos, por tanto requiere de asistencia o sostenimiento externo; mientras que “sustentar” y “sustentable” se asocian a la autogestión y a la capacidad de generar condiciones conducentes al auto sostenimiento y crecimiento por sus propias razones.

¿Qué dicen otros expertos y pioneros latinoamericanos?

Para Arnoldo Gabaldón, creador y representante del primer Ministerio del Ambiente en toda América Latina, investigador venezolano, profesor del postgrado de la Universidad Simón Bolívar, invitado por diversas instituciones internacionales y asesor de la Corporación Andina de Fomento, el término a usar es y debe ser Desarrollo sustentable. El profesor Gabaldón en sus textos, entrevistas, conferencias y aulas de clase, no deja dudas al respecto (recomiendo ampliamente su libro del 2006, “Desarrollo sustentable, la salida de América Latina”, editado por Grijalbo). De igual manera, Miguel Angel Núñez, importante investigador en la materia (al menos en Venezuela) no hace referencia a “sostenible” sino a “sustentable”.

Gran parte de la literatura en Latinoamérica usa el término “sustentable”. En el caso venezolano, antes y después de la Constitución de 1999 (reimpresa en el año 2000 y reformada en 2009), el término empleado ha sido “Desarrollo sustentable”, tanto en la nueva Constitución Nacional como en la legislación aplicable en materia ambiental en presentes y pasadas décadas, jamás se han empleado los términos “Desarrollo sostenible” o “sostenibilidad”, en todo caso es muy raro el uso de estos últimos. La legislación ambiental venezolana es abundante y clara en cuanto al uso del término “sustentable” y “sustentabilidad”.

Cierre

No obstante que la discusión no es en lo absoluto estéril, seguimos arrastrando el problema semántico y teleológico, por cuanto las comisiones técnicas en muchos organismos internacionales, están conformadas por personas que, si bien hacen buen manejo de ciertas herramientas metodológicas, no son o no han sido estudiosos del espíritu normativo que subyace tras el informe “Nuestro futuro común” (Informe Brundtland). El problema se inició con un anglicismo fonético o de pronunciación y continuó con el mal uso del término en idioma inglés “sustainable” por parte de científicos que usan las lenguas latinas y que no dominan dicho idioma anglosajón; el problema luego trascendió y se “patentó” por la intervención de corresponsales de prensa y editoriales (con sus traductores) sin experticia en la materia.

En la actualidad, estos últimos científicos aseveran (al igual que las recientes ediciones de diccionarios de lengua española) que “sustentable” es lo mismo que “sostenible”. Tal vez por facilismo pudiésemos decir que sí es cierto y con ello evitaríamos más discusiones. Sin embargo, a razón de lo expuesto en párrafos anteriores, no es conveniente el mal empleo del término, a mi juicio es riesgoso como argumento para justificar ciertos modelos de desarrollo.

Esto no se trata de un problema de forma, sino de fondo y hay que detenerlo antes que las nuevas generaciones de científicos pierdan la esencia de los principios discutidos y propuestos en el período que va desde la Conferencia de Estocolmo (1972) al Informe Brundtland (1987) porque, de lo contrario, cada vez se nos hará más “natural” el hecho de aceptar los bonos de emisión de CO2 (bonos de carbono), los subsidios al subdesarrollo o la postergación de las metas para frenar el cambio climático.

Estamos a tiempo de retomar el camino de la sustentabilidad en los modelos de desarrollo, antes que se siga profundizando la brecha aparentemente inocente o de índole gramática y semántica, pero que, sin darnos cuenta, incide en el desempeño y devenir de nuestros modelos de desarrollo y supervivencia humana. La invitación que hago a mis apreciados lectores es que mediten este asunto y actuemos en consecuencia.

Twitter: @samscarpato

Código 03-2017-1064

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2017). ¿Sustentale o sostenible?, leves líneas para clarificar una breve discusión. Blog profesional. Publicado en fecha 30-enero-2017. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible:  https://samscarpato.com/sustentable-sostenible-leves-lineas-clarificar-una-breve-discusion/