De reyes y elefantes, o la gota que sudan por todos nosotros

Quiero, por un momento, ser rey de España para jubilarme con fuero de impunidad pero, antes que mueran más elefantes, antes que más criadas huyan delante de mí, antes que el licor extrañe mis venas, o antes que asocien la burbuja inmobiliaria con mis inversiones cada vez más extranjerizadas, más bien pasaré a ser presidente de Venezuela, eso quiero, para disfrutar del surrealismo y poder gritar dentro de una enorme cúpula de gelatina sin ningún eco que rebote sobre mi sien, y pasear en la tierra donde nada pasa, pero todo queda.

A la vuelta, quiero ser presidente de los EE.UU., para sentir que mando sobre el país donde no mandan los presidentes y así recorrer el mundo haciendo creer que mi voz importa y, antes que media humanidad haga pintas invocando mi muerte, intentaré disfrutar, a sabiendas de pocos, de una “actitud impropia” con una asistente en la Casa Blanca, a riesgo de ser cuestionado por ello indistintamente que centenares de miles de familias pierdan sus casas o estemos invadiendo distintos países del mundo, cosa que no es tan importante. Por eso quisiera pasar antes de la interpelación, a ser presidente de Chile o de Brasil, para dar discursos socialmente refrescantes con importantes anuncios de cobertura de servicios para todos, eso sí, antes de saber que se dieron cuenta, especialmente los trabajadores, estudiantes, campesinos y pueblos originarios, saltaré el charco para evitar que hablen mucho de mi madre santa y querida.

Seré entonces monarca de nuevo, esta vez cerca de Inglaterra, más bien de Mónaco, donde puedo vomitar encima de un policía y pedirle su pañuelo a la vez que piso sus botas con las ruedas de mi vehículo, donde lo importante es que no cargue la matrícula vencida, eso sería genial pero debo ser realista y conformarme con ser presidente e incluso diputado italiano para demostrar a todo el mundo que es importante sostener acaloradas discusiones políticas en los medios y en los parlamentos mientras hago perfectamente nada y, para no pasar desapercibido, más bien celebraría fiestas bunga bunga y hacer nubes inmensas de humo rosa entre los medios y las algunas chiquillas mientras hacemos los contratos del siglo mis amigos y yo.

Todo esto es tan exagerado, eso creo; para ser más discreto me iré más al este para ser el más importante ministro de Alemania, donde el problema jamás será la mala política económica de la zona euro sino expiar culpas por una tesis plagiada (…), ¡qué cosas digo!, lo que quería en realidad es ser presidente de Rusia, no hay imagen más seria, circunspecta e incólume en más de doscientos países del mundo, podré ser aún más ingenioso con los negocios petroleros y gasíferos que los que se hacen Venezuela, así que allí estaré más tranquilo, retirado en Oymyakon o Yakutsk y, antes que se congelen mucho mis voluntades, sin duda alguna preferiré irme a China donde para muchos países, para la UNICEF, la SIP o Human Rights Watch, ya no hay problemas con los derechos humanos, el maltrato laboral ni los abortos en masa, desde que todos hablan del superávit comercial, las compras de deudas y el tapizado de la faz de la Tierra con las mercancías chinas.

No puedo con todo esto, menos con el idioma de personas que no muevan sus manos al hablar, prefiero el Mediterráneo, incluso griego u oriental, para hacerme allí presidente y declarar en banca rota al país, disfrutar de un salvataje del Fondo Monetario Internacional, y ¡qué importa si el endeudamiento duplica el déficit fiscal a mediano plazo!, no habrá problema con eso, todos recordamos lo que pasa hoy día mientras no termine el día, rara vez recordamos lo que sucedió ayer (…), entonces, con todo este panorama, lo más seguro es quién sabe, optaré por sentarme a decidir, ¡eso es lo que haré!

Cuesta decidirme, lo cierto es que quiero ser presidente, monarca o, en el peor de los casos, ministro o parlamentario, para que lo díscolos anarquistas dejen de hablar pendejadas de los funcionarios que bien hacen su trabajo; hay que sudar la gota gorda para tener moral para hablar de sus majestades, gente trabajando por la gente; su gente claro.

@samscarpato

Código: 02-2014-0094

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2014). De reyes y elefantes, o la gota que sudan por todos nosotros. Primera publicación en fecha 06-Jun-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 13-Ene-2016. Consultado en fecha Día-Mes-Año. Disponible: https://samscarpato.com/de-reyes-y-elefantes-o-la-gota-que-sudan-por-todos-nosotros/