Sobre los jóvenes que se hacen rebeldía, la rebeldía que se hace revolución

Y las revoluciones que se hacen caudillo

Antes de los días tensos que han vivido (y viven) naciones como Siria, Ucrania y más recientemente vive Venezuela, reflexionaba con unos amigos sobre el legado de jóvenes inconformes con el statu quo de sus naciones, religiones o regímenes imperantes.

Recordábamos al maestro Jesús, al profeta Mahoma, incluso a Sidharta Gautama (Buda), rompiendo barreras y dejando un enorme mensaje que luego sucesores convirtieron en rígidas instituciones, contrarias al amable y abierto legado de estos maestros. En estos casos, el caudillo se consolidó luego de sus respectivas muertes y fundación de instituciones a su nombre.

Pero, ¿qué sucede cuando la juventud rebelde se hace caudillo por voluntad propia?, me refiero a jóvenes rebeldes que rompieron barreras y crearon sendas que ellos mismos detentaron a futuro.

Bolívar, Mao, Fidel, Chávez, fueron jóvenes rebeldes, por cierto muy admirados, que se atrevieron a romper estruendosamente y con amplio apoyo popular, esquemas que oprimían de ciertas formas a las sociedades en las que crecieron. Indudablemente hicieron historia, eso no está en discusión.

Estos jóvenes rebeldes, prometieron impulsar cambios radicales y luego dejar el camino libre a subsiguientes generaciones en un franco gesto de alternancia necesaria para oxigenar la vida política como debe hacerse en cualquier nación. Sin embargo, los rebeldes se hicieron caudillo y dejaron el poder por razones de gravedad en su salud o soledad (Bolívar y Fidel), incluso al suceder su fallecimiento (Mao y Chávez).

¿Qué les pasó con la propuesta de alternancia?, ¿qué los sedujo o convidó a mantenerse en el poder por tanto tiempo? Hablaré un poco de Venezuela, a despecho de mis amigos en otros países, habida cuenta del momento histórico que aquí vivimos.

Este proceso en particular (jóvenes que se hacen rebeldes, rebeldes que se hacen revolución y revoluciones que se hacen caudillo) lo hemos visto muchas veces en el último siglo.

Pérez Jiménez, joven militar de alta graduación, no dejó el poder sino hasta su derrocamiento en 1958, tras una década en la presidencia de facto.

Rómulo Betancourt y Rafael Caldera, jóvenes estudiantes, rebeldes a todo dar de la generación de 1928 (no tanto Caldera) y signatario el primero del Plan de Barranquilla en 1931, prometieron en 1958 la alternancia, en apariencia la cumplieron pero en la práctica la generación política subsiguiente estuvo bajo la sombra de ambos caudillos partidistas (al menos los siguientes veinticinco años), socialdemócrata uno y demócrata cristiano el otro. Incluso las masas estudiantiles y de izquierda, enormemente empleadas para derrocar a Pérez Jiménez en 1958, fueron dejadas de lado, execradas y posteriormente perseguidas. ¿Qué quedó de los jóvenes seguidores que expusieron sus vidas para el inicio de la “era democrática” en Venezuela?

Las nuevas generaciones políticas se hacían notar por doquier, pero nuevos caudillos ensombrecían su paso, además de profundizar los enormes problemas de corrupción y desigualdad, me refiero en especial a Carlos Andrés Pérez, su segundo gobierno (electo en diciembre 1988 y truncado por el más alto tribunal del país a mediados de 1993). Ya CAP no estaba bajo la sombra de ningún caudillo, tras la muerte de Betancourt en 1981, ahora era el caudillo. Ni siquiera su correligionario Lusinchi (presidente electo en diciembre 1983) se salvó de dicho caudillo.

Años bastante difíciles, muchos flancos descuidados: riqueza extrema vs pobreza extrema, riñas internas por sucesión en todos los partidos. Hasta los voceros de izquierda ya eran viejos caudillos. Algo tenía que suceder.

No hay venezolano con uso de razón en 1989 a 1992 que no se haya pronunciado, unos mediante la pluma, otros agitando calles (quien escribe, el joven bachiller de entonces, lo hizo), sendas asonadas golpistas en 1992, una de ellas comandada por Hugo Chávez (4F), hizo que muchos celebráramos al ver jóvenes militares con pantalones.

El siguiente gobierno (no me refiero a los seis meses de Ramón J. Velásquez, sino al nuevo quinquenio de Rafael Caldera, ya anciano), fue bastante tenso, extraño, medidas económicas fuertes, la más grave inflación experimentada en toda la historia de Venezuela (101,5 % en 1996).

Me llamó la atención la propuesta constituyente de Chávez, como joven ecologista, cooperativista, agrarista e indigenista, participé en diversas mesas técnicas constituyentes. Agitamos a muchos colectivos de base, intelectuales, estudiantes, hasta empresarios reventados con la altísima inflación y los altos impuestos (el IVA llegó al 16,5% en 1996, nunca estuvo más alto).

Esperanza, así defino el período 1997-2000. En seguida me crucificaron porque este rebelde no quiso inscribirse en el partido de gobierno (MVR), menos aún en el posterior partido del mismo gobierno (PSUV). Desde entonces mi trinchera pasó a ser lo que bien sé hacer, el campo, la ecología, la investigación, el trabajo en las comunidades rurales e indígenas; pero este no es el punto, el punto son las juventudes rebeldes que propician los cambios radicales pero que luego se hacen caudillos y se atornillan en el poder.

Así vi y veo aun a la dirigencia que está en el gobierno. Pero lo más interesante, es que así también veo a la dirigencia de oposición que saca a los jóvenes a exponer sus vidas en la calle, pero no encabeza las marchas ni se responsabiliza de los hechos tristemente acaecidos, una enorme diferencia entre 1992 y 2014 al momento de asumir responsabilidades. Muchas lecciones que aprender.

Espero que los estudiantes y jóvenes en general que salen a protestar, no sean utilizados por sus respectivas dirigencias. Confío en los jóvenes rebeldes y en la rebeldía que impulsa cambios radicales, pero me entristezco cuando se convierten en caudillos que ensombrecen el paso de la juventud por los caminos de su florecer en política y sociedad. Así ya veo a los líderes de la oposición venezolana en la actualidad, atornillados y peleando ferozmente entre ellos.

Peor aún peor me siento cuando la rabia parece desbordar sin razones por doquier, tal Libia, Siria y Ucrania, manitos blancas, revoluciones de colores y primaveras, ¿quién gana qué y en dónde?, “¿la calle es la salida?”, no sé, prefiero que con toda esa energía me acompañen a labrar la tierra y sembrar los campos.

Definitivamente vendrán cambios radicales, de luz intensa y siempre para bien, pero no a través de la violencia y la muerte. La muerte no vale la vida, la vida lo vale todo, por eso debemos salir de la sombra de los caudillos, sean tirios o troyanos. Sé tú mismo y trae la luz y el despertar a tu generación y a las que vendrán.

@samscarpato

Código: 02-2014-0088

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2014). Sobre los jóvenes que se hacen rebeldía, la rebeldía que se hace revolución, y las revoluciones que se hacen caudillo. Primera publicación en fecha 13-Feb-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 26-Dic-2015. Consultado en fecha Día-Mes-Año. Disponible: https://samscarpato.com/sobre-los-jovenes-que-se-hacen-rebeldia-la-rebeldia-que-se-hace-revolucion-y-las-revoluciones-que-se-hacen-caudillo/