He visitado y, eventualmente, convivido con distintos pueblos (naciones) originarios (indígenas) a lo largo del continente. Muchas comunidades (campos, caseríos) derivan de cada pueblo originario. No sabría decirles cuál me importa más o cuál es más especial, porque de todos ellos aprendes a vivir y a respetar hasta la más mínima manifestación de vida.
Prefiero no llamarles etnias (más grotesco aún escuchar a algunos decir tribus) cuando a lo interno de los pueblos originarios no lo avalamos, además ya tenemos avances suficientes en la legislación internacional como para permitir las malas definiciones. Somos naciones, como la nación germana, la persa, la celta, la hebrea y tantas otras que han mantenido una misma identidad (con escasas variaciones) por más de dos mil años.
Somos naciones, pero a los gobiernos (sobre todo a los que se originaron por medio de guerras, luego independencias y más guerras) no les gusta esta definición porque les confunde con la idea de país y con ello temen que reclamemos un territorio y nos conformemos en un Estado independiente.
Somos naciones dentro de países constituidos sobre el territorio de las naciones que los países no lograron exterminar. Somos naciones vivas, así lo ves en los rostros de la gente que tropiezas en la calle, en el mercado, en el transporte colectivo. También está en los gestos, las manías, las leyendas, en todo lo que somos. Algunas naciones originarias se diluyeron tanto que ya casi no las percibes, otras renacen como el indetenible sol sobre el oriente mañanero.
Más de seiscientas naciones originarias pueblan el continente (con casi igual número de lenguas), con centenares de miles de comunidades dispersas por toda nuestra geografía, del polo norte al polo sur. Esta dispersión se expresa en el sincretismo y crisol cultural que observamos en nuestras ciudades, y tanto más cuando te adentras en sus territorios y en su cosmogonía.
Tuan es un viejo cacique del pueblo Huottüja, padre de mi compadre y hermano Bautista. Las comunidades de este pueblo se concentran en dos grandes áreas de la Amazonía venezolana, una a lo largo del río Parguaza y otra en el alto Orinoco.
Por incomprensión social y por voluntad propia, Tuan ha dejado un poco el shamanismo y se concentró más en organizar la producción de su comunidad y su entorno familiar. Ellos también son mi familia y compartimos sin problemas buena parte de nuestra manera de ver y entender la vida.
Les decía al principio lo que los hace especial: nos enseñan a vivir y a coexistir en armonía con todo, incluyendo nuestras diferencias. Siento que es la clave que falta a nuestras sociedades muy fragmentadas, altamente politizadas.
Muchos quisieran que nuestros parlamentarios y altos mandatarios fuesen profesionales y de dilatada experiencia, yo también lo quiero. Pero más quiero que los políticos todos y los funcionarios (públicos o privados) que deban interactuar con la gente, primero convivan con nuestros pueblos originarios y aprendan el don de gente que allí se consigue y se les enseña de gratis.
Percibir el universo como un todo, es otra de las enormes enseñanzas que allí obtienes. Luego de comprenderlo, dejas de segmentar y catalogar de manera tan razonada, y pasas a percibir los lazos de energía que unen todo, hasta las partes en aparente pugna, por eso tarde o temprano aprendes a armonizar.
Gracias Tuan y a toda tu familia, mi familia. Sin ustedes, legado vivo de los pueblos originarios, se acabaría el equilibrio y la armonía en el planeta, y con ello la vida misma. Así que agradezco también al universo que aún estén allí para enseñarle a los políticos, a los empresarios y a los angustiados que se resisten a armonizar con la vida, que otro mundo es posible, más vivible, más convivible.
@samscarpato
Código: 01-2016-9039
Para citar este escrito:
SCARPATO, Samuel. (2016). Sam y Tuan entre la sabana y la Amazonía venezolana. Primera publicación en fecha 15-Ene-2016 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 29-May-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/sam-y-tuan-entre-la-sabana-y-la-amazonia-venezolana/
