Esta sencilla reflexión pretende acercarnos a nuestra naturaleza humana, aprovechando el símil con la serie televisiva Shameless. Somos tan rebeldes como precavidos, tan astutos como retraídos. A veces con más inteligencia relacional y en otras ocasiones sin sentido común frente al daño que hacemos a los demás y a nosotros mismos. Al final, nos cuesta autoevaluarnos y revisarnos constructivamente.
¿Te has puesto a pensar qué tan Gallagher somos?
Mi terapeuta me recomendó ver la serie “Shameless”, pidiéndome que observase de manera comprensiva a cada uno de los personajes, sin juzgar, con una pequeña libreta de notas a mano, si pudiese. Efectivamente así lo hice; me gusta escribir y mucho, aún más me agrada reflexionar sobre la relación entre hechos que recrean o catalizan nuevas situaciones.
Quise ver la serie británica homónima y original, producida por Paul Abbott (emitida entre 2004 y 2013), pero me decanté por la versión norteamericana adaptada y producida por Alex Borstein y Mike O’Malley (2011-2021). En eso no se equivocaba mi querida psicóloga, puesto que los personajes y sus respectivas caracterizaciones se acercaban a la naturalidad que estaba buscando.
Disfruté Shameless para aproximarme a la comprensión de muchas situaciones que he vivido y que algunos conocidos en mi entorno lo han hecho, también para comprender a la generación que me ha tocado en parte concebir y criar, para intentar con todo ello comprenderme a mí mismo, que es la tarea más complicada que tenemos todos respecto a nuestras vidas.
¿Cómo puedo comprender a mis hijos sin comprender mi propia locura?, ¿cómo intentar dar una explicación familiar a muchos modos de actuar sin antes voltear a mirar tu propio mundo interior y el de aquellos que te rodean? Hay situaciones de las que no te puedes alejar mientras te acompañen desde adentro, así como hay recurrencias en la vida que “te persiguen” toda vez que seguimos vibrando y atrayendo dicho sentido o frecuencia.
Me he alejado de consejeros que han hecho cosas más desfachatadas que yo y que buscan aleccionarme, ¿cómo desenredarme con las orientaciones de personas que están más enredadas que yo?, fui tajante y preciso en esto. Sin embargo, los lazos familiares no son tan fáciles de doblegar, menos aun de romper, porque, por más que los veas ajenos a tus procesos de cambio, siguen siendo familia.
Identificarme más con Lian o con Lip y en pocos casos con Fiona, son detalles efímeros que no suman nada a la discusión. Disfrutar los maravillosos e ingeniosos pocos momentos de lucidez de Frank, o los momentos de esplendor y progreso de Fiona, me hacían relucir un ¡si se puede!, o ¡por ahí es el camino! Pero no, resulta que la vida no es así, tan linealmente llena de progreso, aunque sigue siendo progresiva.
¿Sabes cuántas veces Fiona o Lip metieron la pata hasta el fondo en un nuevo trabajo o en una nueva relación?, el mismo número de veces que tú o yo lo hemos hecho. Y es aquí donde quiero llegar. Los tropiezos son hermosamente necesarios y particularmente útiles, siempre que los veamos en su igualmente hermosa perspectiva. Esta es una de las mayores lecciones que me ha dejado Shameless; crecer sin caer en errores es tan absurdo como haberse graduado copiando exámenes, no te llenas de sustancia ni de aprendizajes.
También quedan en evidencia las contradicciones propias de la sociedad norteamericana que, si bien no es el tema central de mi reflexión, la exponen de manera descarnada como una realidad tan natural como cualquier sociedad del mundo. Y es que, en esencia, la naturaleza humana es igual en todo el orbe, quedando en evidencia que, en muchos casos, las condiciones materiales influyen sobre la ética y la moral.
Otra lección, más obvia, es aceptarnos como somos, tolerar nuestras locuras y ocurrencias. Pero ¿qué pasa cuando mis ocurrencias vulneran tu libertad o tus derechos más básicos a una vida saludable o tranquila? “La libertad termina donde comienza el derecho ajeno”, decía Benito Juárez, y es justo allí donde Shameless nos pone a dudar de la libertad, o ¿no será más bien del libertinaje?
Libertades sexuales, religiosas, desconocer la educación de nuestros hijos o la manutención del hogar, las vimos desde el primer capítulo en esta serie tan llena de emociones. De igual manera, vimos distintas formas de vulneración de la paz, de la propiedad, de la ley, de los bienes públicos, de la tranquilidad de la comunidad y hasta de la confianza entre seres amados. Fueron episodios donde de múltiples formas y numerosos casos se rompía la balanza del entendimiento mutuo.
Si me he acercado a la ética y la moral, no ha sido mi intención, quiero más bien hacer ver que puedes o podemos hacer lo que nos plazca con nuestras vidas, siempre que no pongas otra vida en riesgo ni vulneres los derechos de los otros ni la paz social. No es mucho pedir, no es mucho soñar, es el derecho que tenemos todos a vivir en paz. Lo demás es redención, sí, esa redención que buscan muchos en el ocaso, justo como las últimas escenas de Frank Gallagher en la calle, esa calle que se había habituado a él, ya sea Frank el travieso o Francis el iluminado y redimido, sigue siendo el Frank Gallagher que todos y de muchas formas, sin excepción, llevamos dentro.