Excelente experiencia literal de vida la de estos chicos de La Vida Suena. Recomiendo ampliamente asistir a cualquiera de las actividades que ellos llevan a cabo.

Hablar de salvar la vida y de las condiciones que la hacen posible, es más que achacar culpas a tirios y troyanos que, aún siendo justificadas en este desenfrenado acontecer político que enrarece a nuestras naciones y nuestras sobremesas, es trabajar el cambio desde lo posible, y lo posible comienza en lo más cotidiano. Es construir soñando, como me decía de niño mi bella madre.

Tu mundo comienza por los pensamientos que permites crear y por los pasos que a diario das sorteando lo que algunos llaman obstáculos y otros llamamos señales que el universo te da para que te muevas y te conectes con la vida. Es un entramado que teje muchos seres y elementos, que permite que al tocar una vida muevas muchas más, ese también es tu mundo, me refiero al poder de inspirar, co-inspirar e incidir en las bases que hacen posible que avance la humanidad toda.

Cerca de un año estuve evadiendo a mi amigo de infancia Méndez Ramón para trabajar con él recuperando espacios para la vida y el arte, que es el mismo decir; “Soy asiduo seguidor de tu programa ´Gran angular´ y te quiero como hermano pero prefiero estar lejos del bullicio de la burocracia”. Hasta que hace semanas me envió dos ineludibles armas de construcción masiva: Percucello Jesús Vásquez Navarro y a la espectacular pelirroja Luisana Zavarce; sentirme en familia y a la vez cautivado, es lo menos que puedo decir de los momentos e ideas que hemos compartido.

Prefiero mis campos y selvas, donde hemos levantado escuelas y medicaturas por décadas; trabajar por la creación de nuevas áreas naturales protegidas y recuperación de nacientes de agua en diversos ecosistemas, por cierto han sido mi búnker anti burocrático. Mi burocracia se limita a compartir con mis estudiantes en las aulas de la universidad que se arriesgó tenerme en su plantel docente durante las dos primeras décadas del siglo XXI.

Me decían estos chicos o ángeles encarnados, “¿Burocracia?, ¿cuál burocracia?”, “¿cuál política partidista?, nuestro partido es el arte y la vida”. Así, reconocerme entre díscolos disruptivos sin pedradas ni panfletos, sin gritos ni consignas, no más siendo constructores de paz desde lo que más sienten y saben hacer, hizo que volcara inmediatamente mi atención en ellos. “Por lo visto no son come-flores”, dije en un enorme suspiro de concreción hacia lo posible.

Como especialista en políticas públicas, me di entonces otro golpe de cabeza: estos chicos redimensionaron el concepto de intervención, han sabido intervenir sin darle tantas vueltas a la maraca para hacerla sonar y con más efectividad pública que el más portentoso órgano de Estado con toda su musculatura financiera; hablamos de articulación social basada en la cooperación, la más impresionante inteligencia organizacional.

Les hablo de una gran movida que han llamado “La Vida Suena”. Al conversar con cualquiera de los disruptivos compañeros que pueblan este hermoso universo y ecosistema constructivo y, sin importar las edades, profesiones o credos, te hacen vibrar con fuerza. Me refiero a esas fuerzas que creías perdidas en el camino, en los show mediáticos de tirios y troyanos y en la queja constante de la ciudadanía desmovilizada por la incredulidad ante un mejor país posible.

Baldes de agua fría recorrían mi adormecido sistema cuando me dispuse presenciar una de las actividades de La Vida Suena; en esta ocasión el primer aniversario (congregado) de esta propuesta colectiva hecha más que realidad, créanme que es algo que va más allá de la realidad lógica y tradicional.

Todavía con un poquitín de escepticismo y algo extraño por irme solo a la convocatoria, me senté en el centro de las gradas del Anfiteatro de Santa Rosa, al extremo este de la hermosa ciudad de Barquisimeto, esperando que avanzara la tarde del fresco pero aún muy soleado cuarto sábado de noviembre del 2016, a ver qué pasaba, cuál era la propuesta, a quiénes me encontraría en este hermoso lugar.

La tarde avanzó muy rápido y cerca de diez puestas en escena, acompañadas de saludos y comentarios de los organizadores, aplausos, risas y gestos de apoyo de los asistentes se entrecruzaron hasta el punto de no saber quiénes eran anfitriones y quiénes invitados; todos éramos familia, una misma familia compartiendo la misma casa. Irreverencia sin ser grotescos, algo que sólo consigues en el rostro y manos de espíritus elevados.

Aún no se llenaba el lugar, pegaba el sol a la espalda de las gradas y poco luego de las tres de la tarde subían al escenario Los Golpeados, interpretando la música más originaria de todos los géneros venezolanos, el “golpe” es la pervivencia indígena (más que española y africana) por encima de cualquier otro género musical venezolano, y es precisamente de nuestro estado Lara. He recorrido docenas de pueblos (naciones) originarios de la Abya Yala, el continente americano, compartiendo largas temporadas en más de ciento veinte comunidades (caseríos) indígenas y el vibrar del “golpe” lo encuentras tras diversos rituales y manifestaciones de nuestros pueblos originarios.

Todas las propuestas más que gustaron, impresionaron. Volteo a un lado de las gradas y veo una colega profesora de mi facultad, Laura Sarabia, enfocada emocionada siguiendo el vibrar de la banda “Formas”, me encantó. Al rato, nos saludamos con un abrazo y me entero que es la orgullosa madre de la baterista de la banda (también me encantó, pero la energía que transmitía la vocalista, ni hablar). Todo se va tejiendo a medida que avanza la tarde y antes de irse el astro rey, muchos nos reconocimos y abrazamos.

A lo lejos, veía a Nelson Fréitez y Yonaide Sánchez, también colegas docentes de mi facultad, buenos asesores co-ispiradores de esta vibrante movida. No podía ir a saludarles porque aún me abrazaba y saludaba con mis panas de décadas Emily Encinoza “Mamarock” (la mejor presentadora de la tarde), el viejo Salomón y Nestor R Figuera Uribe (acompañado de mi hermano de crianza Tupac Pichardo Sivira), nos encontramos al menos cuatro o cinco sobrevivientes de aquella expoventa Cabudare ´92 (V Centenario del Genocidio, una de nuestras consignas), una de tantas propuestas de las movidas “contra culturales” que impulsábamos ecologistas y cultores de entonces.

Mi hermano Méndez Ramón nos ponía nerviosos corriendo de un lado al otro, como la mejor de las hormigas, el ejemplo de incansable hacer, el puente que trajo La Vida Suena a mi vida, al tanto que la alegría crecía con cada puesta en escena; declamadores, danzas étnicas que te daban cosquillas en el estómago, compañías de teatro que te ponían a pensar, buen rock´n´roll, metales celestiales, raperos acompañados del irreverente violoncello de Jesús Vásquez Navarro y un magistral cierre gaitero.

Todo se acercaba al surrealismo, no obstante fue más que real, porque en otros tiempos y espacios no encuentras tanta heterogeneidad concentrada en tan armonioso crisol de vida. Cero consignas políticas (de lado y lado), a pesar del fallecimiento de Fidel horas antes y de la aguda crisis venezolana. Me parecía tan extraño compartir una conversa tan interesante con mis buenos amigos y colegas consultores de emprendimientos disruptivos, Beatriz Cisneros y Vladimir Colmenares, al tiempo de repartirnos una hallaca y movernos con las alegres interpretaciones de Awus Brass y, en menos de diez segundos, Méndez Ramón me preguntaba sobre la conveniencia de plantar tales o cuales especies de arbustos a los lados del anfiteatro. Fue algo mágico.

¡Estos tipos están locos!, dije dentro de mí varias veces, ¡pero me siento en casa!, ripostaba a mi conciencia. ¡Sin dinero, sin jerarquías y haber logrado tanto en tan poco tiempo! Por eso los teóricos de la economía social y colaborativa, del crowdfunding y la antropología económica, quedan pequeños frente a lo que ya ha logrado la movida de La Vida Suena.

No hicieron falta políticos ni burócratas para dar lecciones de verdadera Política Pública. Me siento honrado, hermanos míos por haber asistido a uno de sus eventos. Me han cautivado y dado el valor de escribir públicamente que son ejemplo de una Venezuela más constructiva y potable, que resuena como ejemplo de un mejor mundo posible. ¡Gracias por ser y estar!, de pana y de corazón ¡Gracias!

@samscarpato

Código: 08-2016-6151

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2016). La vida suena, vaya manera de proyectar el arte y salvar el mundo entero. Primera publicación en fecha 11-Nov-2016 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 22-Dic-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/la-vida-suena-vaya-manera-de-proyectar-el-arte-y-salvar-el-mundo-entero/