El movimiento estudiantil y la universidad se extinguen por incomprendidos y por no comprender

Por estos días, se iba transformando (en apariencia apagando) el “mayo francés”, vanguardia estudiantil de 1968 que, antes de declinar, se extendió a múltiples sectores de la sociedad, así como a otros espacios de Europa y del planeta.

Como estudiante inquieto que siempre he sido y seguiré siendo, no me queda otra que hablarle a mis compañeros activistas para discutir en la medida de lo posible las semejanzas y diferencias entre los movimientos estudiantiles del presente respecto del mayo francés.

Con ciertos aspectos en común, se acercan al mayo francés los movimientos estudiantiles de la revolución de los pingüinos (Chile, 2006 y más), Colombia y México (tal vez los movimientos de España, Brasil y EE.UU. también se parezcan en ciertos casos) y, con ciertas demandas similares por cambios gubernamentales, pero con la esencia cultural contrapuesta al mayo francés están indudablemente los movimientos estudiantiles OTPOR (Serbia y Montenegro, 2000), KMARA (Georgia-Rusia, 2003), PORA (Ucrania, 2004), KELKEL (Kirguistán, 2005), JAVU (Venezuela, 2007-2014); son dos visiones sumamente distintas, a este último grupo de movimientos hay que agregar las llamadas “primaveras árabes”.

Unas corrientes son más parecidas al mayo francés y otras en esencia distintas a la gesta de 1968. Quien no lo comprenda, corre el riesgo de perderse en la vorágine deliberada de la opinión pública y caer en la mórbida agresividad a la que hemos llegado en muchos de nuestros países.

Ambas corrientes piden cambios (obvio), reformas profundas, en muchos casos radicales. Sin embargo y a propósito de la primera corriente, no he sabido de actuaciones (ni siquiera consignas) de muerte ni derrocamiento para el General Charles de Gaulle o de sus familiares en la Francia de 1968. De igual forma, en Chile del 2006 tampoco supe del llamado a muerte a la recién electa para entonces presidenta Michelle Bachelet (primer mandato) o de actos terroristas de incendiar alevosamente oficinas de gobierno, asesinar funcionarios de gobierno o incendiar buses de Transantiago con su conductor dentro, nada de eso sucedió a pesar de la efervescencia estudiantil.

Las demandas en parte se asemejan, no obstante entre una corriente y otra, los métodos y los objetivos finales son diametralmente distintos, esto es lo que hay que comprender en esencia para poder tomar parte de un juego que, de todas formas, siguen su curso.

Todos, sin excepción insisto, demandamos cambios profundos, más justos y menos traumáticos para la sociedad toda. Todos reclamamos y esperamos más y mejor acceso a los servicios públicos, a los alimentos, al empleo digno y, muy especialmente, a una seguridad personal y social sin cortapisas, sin negociaciones. Sí o sí nuestras sociedades deben ser seguras, justas e incluyentes.

Hago un alto para aclarar que este es no es un ensayo académico, tampoco un mero artículo de opinión, es un llamado a la conciencia, al despertar interior de quienes a ultranza siguen una corriente u otra sin conocer su esencia e implicaciones.

En el caso venezolano, denuncio la segregación sociopolítica que existe en ambos extremos, así como el aplastamiento de las opciones de diálogo por parte de facciones extremistas que plantean no sólo visiones contrapuestas, sino escenarios inviables para una sociedad tan heterogénea como la venezolana.

Denuncio también el abuso de la libertad de manifestación que hacen factores extremos (ambos); tienen literalmente paralizado el país desde hace más de una década. Gracias a la providencia divina, Venezuela cuenta con reservas petrolíferas, gasíferas y de ciertos minerales que ayudan en parte a sostener mediante prótesis y operativos espasmódicos, a esta suerte de conglomerado paralizado.

Haciendo ejercicio del libre pensamiento, habrá que denunciar también que la defensa a muerte de un ideal sea la opción, como si estuviésemos en la edad media en pleno oscurantismo; pareciese que la santa inquisición es la fórmula de tirios y troyanos, no hay diálogo sino pliegos conflictivos donde se imponen las cláusulas como pre condición para conversar.

Una ferviente denuncia deriva de todo esto y corresponde a oponernos a que la destrucción de un país sea el medio para ahogar al contrario o, al menos, para demostrar que el otro yo no es capaz de hacerlo mejor. ¿Por quién meter las manos en el fuego, si en ambos casos la radicalización de las posturas no te permite ver salidas viables?

A su vez, los sectores sociales que tradicionalmente plantean salidas viables en las sociedades contemporáneas, a saber, los partidos políticos, la sociedad civil organizada, los gremios profesionales y empresariales, los sindicatos, las religiones y, muy especialmente las universidades, en su mayoría forman parte de una de las posturas más radicales indispuestas al diálogo. Lo más asombroso es el caso de las universidades, tema central de este escrito.

Sigo los artículos de opinión, en especial los artículos científicos de distintos académicos venezolanos (muchos de ellos contrapuestos al gobierno bolivariano), y celebro que existan estudiantes y profesores que proponen vías alternas, estudian escenarios, plantean opciones reconstructivas.

Sin embargo, la comunidad universitaria venezolana (estudiantes, egresados recientes, profesores activos, profesores jubilados y trabajadores diversos) que supera los cuatro millones de individuos (nada más estudiantes activos y adscritos al sistema de educación universitaria son casi 2,5 millones), no plantea como comunidad o como institución toda, una salida viable.

La lucha universitaria ha sido por la libertad de expresión, contra la inseguridad que se vive en el país, por la escasez de ciertos productos alimenticios, por reivindicaciones salariales y por la liberación de políticos presos. Eso está bien, y deben seguir haciéndolo. Lo grave es que lleguen hasta allí no más, sin aprovechar la esencia de una casa de estudios y desarrollo del conocimiento, por lo que no trascienden las demandas descritas y no plantean un proyecto país con un sistema de gestión gubernamental más viable.

¿Acaso el amable lector tendrá idea de cuál es la proporción de miembros de la comunidad universitaria que investiga y genera propuestas de solución a nuestros problemas?, apenas cerca de cuatrocientos individuos; hagamos algo, exageremos y añadamos un cero, digamos que son 4.000 los investigadores que desarrollan propuestas viables para demandar un modelo de gestión más sustentable desde el punto de vista de la planificación y gestión de la política pública (me refiero a investigadores abocados a la planificación de Estado).

En otras palabras y repito exagerando, cerca del 0,1% de la comunidad universitaria apuesta a los cambios y a su vez propone cómo hacerlo para que no se nos venga encima una sociedad aún más desestabilizada e insegura como algunos subproductos (aparte de los daños colaterales) de los proyectos encauzados por Otpor, Kmara, Pora, Kelkel, Javú y las primaveras árabes.

Entonces, aplicando la lógica formal, ¿qué está haciendo el restante 99,9% de la comunidad universitaria?, honestamente ¿estamos preparados como universitarios para impulsar los cambios sociales, políticos y económicos que requiere Venezuela toda?, ¿estamos conscientes de la estela de desestabilización que se generará de seguir por la vía del conflicto?, si fuese el caso ¿cuál es la respuesta reconstructiva en el caso de una salida violenta?, me hago decenas de preguntas como estas todos los días.

A los partidos políticos, a la sociedad civil organizada, a los gremios profesionales o empresariales, a los sindicatos y a las religiones, no les hago el reclamo, porque no están tan obligados como las academias a generar soluciones frente a los problemas que vivimos. En el caso de las universidades, es imperdonable que no estemos al frente de la situación con las soluciones a la mano, más allá de las demandas por la libertad de expresión, la inseguridad que se vive en el país, la escasez de productos alimenticios, reivindicaciones salariales y por la liberación de políticos presos. Insisto que en cuanto a estas demandas no deben jamás bajar la guardia, pero no se va más allá.

No obstante, el mensaje central de este sencillo documento, es reclamar al hijo pródigo, al que tiene todas las condiciones para ser el más sabio, el más talentoso, el sector de la sociedad que debe dar las respuestas (de hecho para eso existe), me refiero a la comunidad universitaria, ¿qué le está pasando?, ¿por qué la universidad permitió un rezago expresado en décadas dejándose arrinconar por al menos los últimos siete gobiernos?, ¿acaso los funcionarios públicos de estos siete gobiernos no egresaron de nuestras universidades?, ¿en qué hemos convertido a nuestros funcionarios y a nuestra sociedad?, otra decena de preguntas invaden un pensamiento en voz alta.

Quien diga que exagero, por favor revise las páginas institucionales de nuestros gremios profesorales y extraiga de ellas las propuestas que trasciendan a las demandas básicas antes citadas. Verá que la proporción de ideas científicamente válidas para reconstruir de manera sustentable la paz social, es estadísticamente insignificante y, por su contenido, inefables por ser la universidad (al menos el deber ser) la fuente que emana luz del conocimiento.

En consecuencia y, ante el vacío de ideas que subyace en la universidad venezolana, prefiero volcar la mirada y el verbo a la levadura de la nutritiva masa académica, el estudiantado. Aun cuando llevo más de década y media como profesor universitario, la conciencia de clase docente hace sentirme responsable por el estudiantado y por el cambio que debemos propiciar. Soy estudiante, porque nunca he dejado de estudiar, pero soy aún más estudiante porque no puedo sentirme conforme con lo que pasa dentro y fuera de las universidades.

La escolástica, el dogmatismo y la santa inquisición deben salir de las universidades; debe regresar la luz y el libre pensamiento para que podamos generar un verdadero mayo francés, una nueva generación del 28 venezolana, o un movimiento que sacuda a toda la nación, indistintamente que sea radical en sus demandas y acciones, siempre que no caiga en la provocación internacional de destruir un país para derrocar un gobierno.

El mayo francés logró que el poderoso General Charles de Gaulle (toda una institución para Francia la II Guerra Mundial y la post guerra) comprendiese la necesidad de un plebiscito que puso fin a su mandato once meses más tarde; se acabó con ello la era militarista y caudillista en Francia. Así, el movimiento estudiantil, obrero y partidista, apostó con vitales acuerdos, a importantes reformas políticas que debían hacerse, más allá de la consigna “¡Adiós De Gaulle!”, la consigna más estructurante del objetivo del movimiento que ganó tantos adeptos fue “¡Por un cambio político de progreso social y de democracia!”.

¿La universidad venezolana está en condiciones de apalancar una revolución realmente democrática?, ¿tiene la comunidad universitaria la potencia de ideas y propuestas como para cohesionar además del sector universitario, a los movimientos sindicales de todo el país y las bases de los partidos, para generar todo un bloque, o un frente tan amplio que pueda disuadir sin violencia criminal a un gobierno que cuenta con tantas herramientas para la contra disuasión, tal como se impulsó al final de las décadas de 1920 y 1950?

No espero que sea validada ni acogida esta crítica, porque no es mi intención que sea aprobada o reprobada, tan solo aspiro que este pensamiento en voz alta contribuya con la reflexión y la discusión interna en un sector del cual soy miembro directo, como estudiante y luego como profesor, desde hace casi tres décadas.

Tengo miles de críticas al gobierno de mi país, pero no avalo, bajo ninguna circunstancia, los métodos y los objetivos directos planteados y ejecutados por los movimientos Otpor, Kmara, Pora, Kelkel, Javú y las primaveras árabes. Las universidades debemos ser más responsables que eso: no me queda más sino pedirte que por favor lo mediten.

Samuel Antonio Scarpato Mejuto, profesor e investigador universitario desde 2001, con estudios en administración, gerencia educacional, economía social, gerencia agraria, gestión ambiental, ciencia política y políticas públicas.

Código: 09-2014-7004

Para citar este escrito:

 SCARPATO, Samuel. (2014). El movimiento estudiantil y la universidad se extinguen por incomprendidos y por no comprender. Primera publicación en fecha 29-May-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 27-Dic-2015. Consultado en fecha Día-Mes-Año. Disponible: https://samscarpato.com/el-movimiento-estudiantil-y-la-universidad-se-extinguen-por-incomprendidos-y-por-no-comprender/