Venezuela, del vuelo de la política pública a la inseguridad sin control

Un tema que nos ha costado abordar, más aún resolver

DE QUÉ TRATA ESTA ENTREGA. Es un llamado de atención que intenta sugerir algunas vías de acción, pasando indudablemente por la articulación de esfuerzos entre tirios y troyanos, con el concurso de quienes estamos obstinados de ambos. No es un ensayo académico, por tanto no espero correcciones de rigor, pero sí aportes que animen una razonable discusión. Escribo para personas que intentan ver más allá y actuar más acá, cooperando con el aterrizaje de ideas que tanto académicos como políticos no terminan de atinar en la conducción de esfuerzos para la solución de los problemas de inseguridad que, evidentemente, nos aquejan a todos.

UN PREVIO. Durante las primeras semanas del 2014, paseaba con mi familia por Mucubají, hermoso espacio del páramo venezolano desde el cual se puede acceder a indescriptibles parajes llenos de lagunas y quebradas, caprichosas formaciones rocosas rodeadas de frailejones, todo a los pies del majestuoso Mucuñuque. Al igual que nuestro grupo, otras familias pasaban por el lugar, muchos regresando hacia el centro del país, sorteando autopistas y carreteras con diferentes grados de conservación y seguridad.

UNA TERRIBLE COINCIDENCIA QUE SE MULTIPLICA. Describiendo una ruta similar, se encontraban cientos de grupos retornando desde Mérida hacia sus respectivas localidades donde viven o trabajan. Cientos de temporadistas se accidentaron en su retorno a casa y, ciertamente, decenas fueron aún más desafortunados, perdieron la vida en accidentes fatales y, en no pocos casos, en manos del hampa. En realidad, si les digo que fueron decenas miento; honestamente mueren cientos en cuestión de días (no de semanas), más en manos del hampa que por otras causas de muertes violentas. Ocultar esto sería una abominable falta de sinceridad, además de una ceguera social y política.

SEGUNDA ENORME COINCIDENCIA QUE INDUDABLEMENTE NOS UNE EN INDIGNACIÓN Y DUELO. Todas las muertes duelen, incluso las del medio millar de líderes campesinos, indígenas y sindicales asesinados hasta el momento, insólito para un gobierno que se precia de ser socialista. Pero también mueren cientos, miles de personas de a pie, que no tienen que ver con credos, razas, clases sociales ni condición partidista, sólo suman la estadística. Pero Dios y el universo entero conspiran para que ciertos casos nos unan en sentimiento colectivo más que otros, por extrañas razones que responden a una mayor proyección mediática.

CASI SIN EXCEPCIÓN, TODA FAMILIA VENEZOLANA HA SIDO VÍCTIMA DEL HAMPA. Me han apuntado con armamento militar mientras nos secuestraban dentro de una unidad de transporte público; han atracado a mano armada en nuestra casa de familia; personas muy cercanas han sido secuestradas, asaltadas, incluso algunas asesinadas. En las carreteras venezolanas he presenciado terribles tragedias, he visto cuerpos tapados por completo con una sábana prestada (…), todos estos “accidentes” nos enojan e indignan, solo que uno que otro llega a tocar mayores colectivos, en mi caso el gremio profesoral porque horas antes de la fecha de este escrito acaeció el asesinato de un colega profesor junto a su madre (también asesinada en el acto). Pero, sin lugar a dudas, la mayor proyección mediática la genera el asesinato de una actriz y ex reina de belleza Mónica Spear y su esposo Thomas Henry Berry, todo además frente a su hija de cinco años, quien resultó  también herida en el incidente. Todos los crímenes son repudiables, asquea el alto índice de homicidios en el país y asquea la actitud de tirios y troyanos: unos achacando culpas al contrario, mientras otros achacándoselas al sabotaje político y al capitalismo. Todos dan asco.

UNO: ES UN PROBLEMA PÚBLICO, POR TANTO TENGO DERECHO A POLITIZARLO. Si bien no quiero partidizar el tema, mi inteligencia se ve insultada cuando me dicen que no politice el asunto de la inseguridad en Venezuela. El asunto ya está politizado desde hace años porque nos afecta a todos y, al ser un problema público, es preciso politizarlo para discutirlo sin complejos. Politizar no es lo mismo que partidizar y con esto hay que tener mucho cuidado.

Si la Constitución de mi país (y al menos una veintena de leyes venezolanas) me hablan de democracia participativa y protagónica, no puedo menos que ser partícipe de la sociedad política y hacerme sentir políticamente, indistintamente que quiera o repudie a los partidos políticos (que por cierto los detesto, hasta ahora no he podido inscribirme en alguno porque niegan la heterogeneidad y la amplia crítica). Hago política al discutir un problema público, no sólo en mi casa, en las aulas de clase, en los campos o en el Consejo Comunal donde activo, como ciudadano de a pie, común y corriente. Puedo expresarme, opinar, criticar, sugerir y eventualmente someter a la opinión pública alguna propuesta concreta. El artículo 62 de nuestra Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, expresa que “todos los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, directamente o por medio de sus representantes elegidos o elegidas…”. Quiero hacerlo de manera directa, de hecho lo hago, por tanto puedo politizar la discusión sobre la inseguridad que nos afecta como problema público (el más sensible problema público en Venezuela).

DOS: POR TRATARSE DE UN PROBLEMA COMÚN A TODOS, EN LA MEDIDA QUE TIRIOS HAGAN FIESTA Y TROYANOS LO NIEGUEN EN PARTE, JAMÁS PODREMOS ABORDAR CORRECTAMENTE EL DIAGNÓSTICO DE BASE. El abordaje de un problema público y sus respectivas políticas, medidas y acciones para solucionarlo, podemos semejarlo a una consulta médica, donde un diagnóstico errado incrementa sensiblemente las probabilidades de errar en la cura del problema. Ahora, imaginemos al paciente negando el problema de salud que tiene, imaginemos además un morboso “amigo” haciendo mofa de lo que aquél padece, como deseando que siga tropezando en sus problemas. Así estamos en Venezuela.

Las partes polarizadas (volvimos casi al bipartidismo que tanto criticábamos) hablan de diálogo y de coordinación, pero muchos apuestan a la caída y aplastamiento del contrario, basta que analices las declaraciones de actores políticos en prensa y televisión, así como los comentarios de ciudadanos comunes en las redes para que seas testigo del odio, la discriminación y violencia que generan parte y parte. Hay miles de formas de violencia, la burla es una de ellas.

No exagero. Revisa las redes (facebook, twitter, etc.) y te darás cuenta de la burla entre ambas partes, sobre la pronunciación de ciertas palabras, cortes de cabello, viajes al exterior, exceso de peso, hogar de origen, en fin, es increíble la energía que invertimos los venezolanos en la vanidad, con toda razón la mayor noticia no es que atracaron a tu madre, sino que asesinaron a una actriz y ex reina de belleza. Sin embargo, el universo dispuso que esta muy lamentable noticia, nos uniera en una enorme reflexión (esperemos actuación).

Aparte, si hay alcaldías y gobernaciones que no han dejado de estar en manos de “derechas” o de “izquierdas” y, a su vez, en sus respectivos ámbitos territoriales los problemas de inseguridad prosiguen, entonces ambos van mal, por lo que no puedo meter la mano por ninguno. De allí que hay que ampliar la discusión.

El mensaje de este punto, es que debemos participar y juzgar, proponer y avivar debates, pero no sobre cortes de cabello del que criticamos, ni de la marca de lapicero que usan unos u otros, sino de políticas, programas, medidas, proyectos, acciones y recursos, por supuesto su respectiva coordinación, monitoreo y control por parte de los ciudadanos y los de los funcionarios competentes. A eso me refería anteriormente con el derecho de politizar el debate, siempre tendiendo a solucionarlo, obviamente.

TRES: TENEMOS MIEDO A DENUNCIAR. Tiempo atrás mi vecino comentaba que vio de cerca un tremendo accidente de tránsito y en otra ocasión un atraco, en ambos casos llamó a los números telefónicos dispuestos para los dispositivos de seguridad y lo primero que le pidieron fue su nombre completo y cédula de identidad, me decía que desistió del aviso al recordar el caso de un compañero de trabajo que fue amenazado en reiteradas oportunidades por denunciar una banda de secuestradores.

Al parecer, en algunos casos, el anonimato no es tal, en otros me han comentado que ciertamente se respeta. Lo cierto es que, la impresión generalizada es que es peligroso denunciar en muchos de nuestros países, al menos en Venezuela. Creo que no es sólo una impresión.

Para casos de corrupción, no hay notitia criminis ni pública y notoria, hay que consignar pruebas ante fiscalía y todo un proceso que no basta con subir a una web oficial un video desde un dispositivo móvil donde se evidencia a un funcionario de seguridad recibiendo dinero de un conductor. Tenemos miedo a denunciar.

CUATRO: UN MARCO LEGAL REPLETO DE DEBIDO PROCESO PERO QUE EN LA PRÁCTICA NO GUARDA LA CORRESPONDIENTE EFICIENCIA. Aún con el doble de fiscales, jueces, vehículos, computadoras y sofisticados sistemas informáticos, se imposibilita llegar a un punto donde puedan canalizarse todas las causas y cumplir efectivamente con una resolución final en cada una de ellas. Sencillamente el sistema siempre tenderá a obstruirse porque hasta que no culmine gran parte del “debido proceso”, no se puede encarcelar a un delincuente.

En Venezuela, “a quien se le impute la comisión de un hecho punible tiene derecho a que se le presuma inocente y a que se le trate como tal, mientras no se establezca su culpabilidad mediante sentencia firme” (Código Orgánico Procesal Penal –COPP–, Artículo 8). Además, se tiene que agarrar en flagrancia a un atracador, violador u homicida para poder considerarlo como tal.

Hemos llegado a la antítesis de la política de Estado “dispare primero y pregunte después”, bien por eso. Con honestidad tenemos cuerpos de seguridad poco represivos en comparación con gran parte de los países del continente, ¡qué chévere! Incluso se puede decir que ya no hay desapariciones forzosas, excelente logro. Debemos ser sinceros y aceptar que la permisividad (en muchas de sus acepciones) en Venezuela, es tal vez la más alta del mundo en cuanto a que podemos paralizar mediante huelga, la empresa u organismo donde trabajamos, también podemos trancar una avenida o autopista principal cada vez que nos plazca, “el derecho a huelga está garantizado” en la constitución. No obstante, la tasa de homicidios en Venezuela está entre las más altas del mundo. ¿Qué está pasando?, algo está mal, o muy mal.

CINCO: LOS DERECHOS HUMANOS DE LAS VÍCTIMAS NO DEBEN ESTAR POR DEBAJO DE LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS ASALTANTES Y ASESINOS. Volviendo al COPP, su artículo 10 establece que “en el proceso penal toda persona debe ser tratada con el debido respeto a la dignidad inherente al ser humano, con protección de los derechos que de ella derivan, y podrá exigir a la autoridad que le requiera su comparecencia el derecho de estar acompañada de un abogado de su confianza”. ¿Esto está mal?, no lo creo, pero, ¿qué pasa cuando uno de los presuntos asaltantes o relacionado con estos (me refiero a los que acribillaron a sangre fría a la pareja Berry-Spear delante de su hija de cinco años), ha salido NUEVE VECES de prisión?

Entre el laxo debido proceso, los derechos humanos que asisten a los imputados y los cuellos de botella en el proceso judicial, estamos realmente fritos, por no decir jodidos.

SEIS: LOS CUERPOS DE SEGURIDAD TIENEN PROHIBIDO REPRIMIR Y APREHENDER CON VIOLENCIA, INCLUSO ARRIESGAN SER ENJUICIADOS SI HACEN DAÑO A LOS PRESUNTOS DELINCUENTES. Es cierto que quedan rezagos de cuerpos de seguridad represores en Venezuela, realmente rezagos; lejos de los palazos que yo vi de estudiante, donde no eran uno o dos los cráneos rajados, eran muchos. Quien viva en muchos otros países y venga un tiempo a Venezuela, se dará cuenta de lo relajados que son nuestros cuerpos de seguridad, honestamente tal vez por esta razón (entre otras) muchos les perdimos respeto.

Volviendo al punto, poniéndome en los zapatos de un policía, resulta considerablemente desmotivante que te sancionen por cumplir con tu deber, peor aún que dichos agentes no estén seguros en lo personal (ellos y su familia), ante la arremetida de venganza por parte de los cómplices de los delincuentes, incluso con el concurso eventual de funcionarios corruptos. No hablemos de que un policía promedio debería ganar más y vivir mejor que un funcionario público promedio, porque desviaríamos buena parte del mensaje central del documento (aunque esto es válido discutir).

SIETE: PENAS IRRISORIAS PARA DELITOS DE TANTA GRAVEDAD. El techo de treinta años de prisión para violadores, asesinos y secuestradores, con eventuales beneficios para la conmutación o reducción de la pena, resulta una burla a todo un país, a las familias de tirios y a las de troyanos, todas víctimas de este terrible gran problema común.

¿Cómo explicar de mejor manera lo que al parecer está por encima de la “ley de Dios” y la “ley de los hombres”?, ¿cómo sugerir algo que no sea a partir de la rabia, sino desde la lógica regenerativa o de profilaxis?, es tan difícil este debate, especialmente para los que colaboramos en 1999 en diversas mesas constituyentes para la firme inclusión de los derechos humanos en nuestra Constitución Nacional. Precisamos un cambio, honestamente severo.

OCHO: DISPOSITIVOS DE CALLE Y OPERATIVOS PUNTUALES VERSUS UNA PLANIFICACIÓN Y ORGANIZACIÓN AÚN NO CONSERTADA DEL TODO. Es increíble cómo aún no amarramos una política pública coherente en su integración sectorial y en el ámbito del poder público nacional, estadal, municipal (y comunal). Seguimos dependiendo más de la musculatura financiera que de la inteligencia organizacional. Privan los operativos, ferias y dispositivos, por encima de la permanencia concertada de un plan de base que no sea experimental, ni más presente en “los sesenta y ocho municipios más inseguros del país” y menos presente en los restantes doscientos sesenta y siete.

¿Por qué si se sabía de al menos ocho bandas que azotaban el tramo carretero Puerto Cabello-Valencia es justo luego de aquel suceso que es capturada una de ellas?, ¿dónde queda la atención de los restantes miles de tramos viales del país?, ¿por qué en Venezuela siendo una de las mayores potencias petroleras del mundo, sus carreteras no están en óptimas condiciones físicas y de seguridad?

Este problema sigue, viene y crece desde hace diez, veinte, treinta y más de cuarenta años, ya estamos hartos que tirios y troyanos endosen culpas y no se sienten a estructurar y poner en práctica planes más y mejor aterrizados.

Finalizando el mes de octubre 2010, el presidente Chávez en su programa “Aló Presidente” número 366, lanzó el reto de medir la felicidad de la población en una fórmula econométrica propia de la medición del desarrollo de las naciones. Tal propuesta se inspiraría en los escritos del argentino Oscar Varsavsky (y por supuesto en al menos tres personajes claves de fines del siglo XVIII e inicios del siglo XIX). Por cierto en la actualidad Bután tiene la felicidad como un indicador para medir el desarrollo de dicho país.

El caso es que en pocos días dirigí una carta al Despacho de la Presidencia de la República, luego publiqué un contenido similar en un medio para entonces muy leído por factores asociados al gobierno nacional (aporrea.org), en la que sugerí algunos argumentos prácticos para poder medir la felicidad como indicador de desarrollo nacional.

Traté de sustentar que los planes debían ser asibles (literalmente tener por dónde agarrarlos, integrarlos y monitorearlos). Dije que no se podía evaluar lo que no se mide y no se puede medir lo que no se cuantifica pero, difícilmente se logra, si no se plantean con objetividad las políticas, medidas y acciones a seguir. Incluso esgrimí la necesidad de estandarizar la organización de los entes adscritos a la administración pública, establecer funciones medibles atinentes a los cargos, sus tareas y formas de homologar la manera de integrar y sistematizar la información que se generase, de manera que todos nos entendamos en un mismo código y lenguaje y, por supuesto, la estadística sea consecuentemente más fiable y verificable.

No hubo manera, me escribieron compañeros y amigos para criticar la propuesta, incluso viejos amigos egresados de la Escuela Venezolana de Planificación. Me dijeron que era de burgueses y capitalistas hablar de gerencia estratégica, eficiencia y de evaluación por competencias; quedé tan sorprendido como consternado. Pensé: ¿en socialismo debemos aceptar bajos rendimientos en agricultura? (para ese entonces me afanaba en escribir sobre soberanía alimentaria), ¿el socialismo debe estar peleado con la eficiencia y la productividad bien entendida? Desde niño entendí que fue el mismo Ernesto “Che” Guevara de la Serna quien dijo que “la revolución no debe estar reñida con la eficiencia”, algo está pasando.

NUEVE: ESTADO DE EXCEPCIÓN PARA ABORDAR UN PROBLEMA PÚBLICO DE EXCEPCIÓN. Tal vez esto irá en contra de muchos humanistas pero, sin lugar a dudas creo que, si hacemos un referéndum pudiésemos lograr una mayoría absoluta (la mitad más un voto), incluso mayoría calificada, para que decretemos no un estado de emergencia, sino un estado de excepción para abordar con decidida contundencia el problema público de la inseguridad en Venezuela.

No se trata de “caerle a balas a los barrios” como denunciaban los presentadores del programa “Zurda Konducta”, para nada queremos eso. Pero aquí hay que dejarse de ambages y, si el gobierno debe asumir con enorme contundencia este problema, la oposición jamás deberá juzgar con hipocresía el asunto de los derechos humanos. Visto desde otro ángulo, si factores de oposición piden mano dura, deben ser consecuentes con lo que piden y apoyar la dureza y contundencia de un Estado (todos somos Estado) que debe asumir semejante responsabilidad y hacer lo propio.

DIEZ: TENEMOS LA FRONTERA MÁS CALIENTE (Y PERMEABLE) DEL CONTINENTE. No exagero. Venezuela, con cerca de treinta millones de habitantes, tiene dentro de su territorio al menos cinco millones y medio de desplazados e inmigrantes colombianos, con tres hijos promedio y, tomando en consideración que al menos la mitad está emparentado directamente con un venezolano o venezolana, estamos hablando que posiblemente cerca de la mitad de la población venezolana es colombiana en gran parte. El resto de las familias venezolanas tiene al menos un pariente colombiano, casi sin excepción. Ciertamente, rara vez conseguimos un gentilicio más trabajador, empeñoso y dedicado como el colombiano. El problema es otro, porque somos hermanos.

Cerremos la idea. Ningún otro país tiene tal proporción de desplazados acogida. Jamás la tercera parte de la población de los EE.UU. es mexicana, o la población chilena respecto de Bolivia y Perú. No obstante, más de la tercera parte de la población venezolana es colombiana y con eso debemos saber convivir. Pero ese no es el problema, insisto, porque somos hermanos de sangre, cultura e historia.

El problema es que Venezuela es puente natural entre el mayor productor de droga del mundo (Colombia) y el mayor consumidor de droga del planeta (EE.UU., luego Europa). En Venezuela poco se consume droga (menos en niveles per cápita con respecto a Argentina, Brasil, México y gran parte de países de la región), tampoco se produce droga. El problema es la permanente penetración de factores de corrupción y de violencia, asociados al micro tráfico interno y al tráfico trasnacional de droga, que siempre drenan hacia el resto de la sociedad y algunos focos de corrupción en los poderes públicos a todo nivel y alcance territorial. De igual forma, secuestros y sicariatos se han extendido en toda Venezuela, y eso nunca fue propio de nuestro país. El asunto no es nada fácil de explicar, menos abordar.

Junto con medidas más severas que las contempladas en nuestras leyes para combatir todos estos delitos, nuestro país, al igual que muchos otros países, no puede acoger de manera automática a tanta cantidad de desplazados sin asumir las consecuencias. En la medida que se asegure la producción y el trabajo digno, además acompañado con fianzas suscritas por familias que acojan en semi-tutela a los nuevos inmigrantes (como se hace en muchos otros países), so pena de deportación y multa si se incumple la fianza, con toda seguridad Venezuela no tendría problemas por la compañía de esa enorme mayoría de inmigrantes muy honrada y trabajadora, creativa, entusiasta y empeñosa.

Esto debe ser aplicable a inmigrantes y visitantes de absolutamente cualquier país, europeos y caribeños, quien sea. Venezuela no puede seguir siendo la madre quien quiera venir a hacer lo que le plazca. Creo que no existe otro país en el mundo con tan blandas políticas migratorias, somos la madre de la región y del mundo. Deben existir políticas migratorias no más rudas, pero sí más a beneficio de la armonía y del sosiego interno. Tengo familia política colombiana y de otras nacionalidades, son tremendamente trabajadores y honestos, como casi todos los inmigrantes que aquí han llegado. Me refería con preocupación, a una minoría que penetra las redes de corrupción criollas y las aviva pero, obviamente el problema sigue estando dentro de la institucionalidad venezolana.

ONCE: NO SE TRATA DE RECORDS SINO DE VIDAS. Tirios y troyanos insultan nuestra inteligencia día a día, hablándonos de mejores o de peores estadísticas, cuando en el fondo unos juegan al fracaso de los otros. Antes decía que hay no pocas gobernaciones y alcaldías que no han dejado de estar en manos de “izquierdas” y otras en manos de “derechas”, ninguno tiene moral para escupir al otro. Todos dan asco y tenemos derecho a hacerlo sentir, porque este es un tema político, de la política pública, es decir, de un enorme problema público que no hemos sabido solucionar. ¿Acaso están empujando la creación de “autodefensas”, escuadrones de exterminio al puro estilo del “hombre la etiqueta”?, o ¿están pretendiendo que nos acostumbraremos alegremente a este estado de zozobra?

Pareciese que el gobierno le conviene controlar el problema pero no resolverlo, y a la oposición igualmente le convendría generar un fácil (y cercano) cuadro de desestabilización generalizado para lograr finalmente una intervención inconstitucional para lograr un derrocamiento. No sé qué pensar, tal vez en el fondo ambos están de acuerdo, ¿cómo salirnos de este cuadro con mano dura pero en armonía con las “leyes de Dios” y las “leyes de los hombres”?, es un desafío ante el cual no podemos seguir corriendo la arruga.

DOCE: ES HORA DE BAJARNOS TODOS DEL TREN. ¿Significa esto “saltar la talanquera”, ser neutral o dejar de participar en política?, para nada, no se trata de eso. No sé cómo decirlo de otra manera, pero siento que todos debemos bajarnos del tren, pisar tierra en un espacio de diálogo común y sin complejos, para decir ¡YA BASTA!, basta de confrontación, ya no nos interesa el atormentante rumbo que llevan tirios y troyanos, ninguno es viable, menos aún sustentable.

Bajarnos del tren, significa también reinventarnos y asumir la responsabilidad de que la felicidad no funciona sin dureza de algunas medidas. Unos deben aplicarlas (sea un espacio gobernado por tirios o troyanos) y los demás debemos apoyarlos. Es una estupidez y un suicidio (¿más?) seguir partidizando la discusión sobre la inseguridad en el país, vamos más bien a politizarla. Si el Estado debe poner mano dura, muy dura, todos debemos apoyarlo y actuar en consecuencia.

TRECE: PALABRAS DE CIERRE. Miles, tal vez millones, estamos obstinados de las excusas de tirios y troyanos, donde ambos anulan por completo las conjeturas del otro, ninguno asume su responsabilidad política y administrativa, además evitan integrarse efectiva y oportunamente ante un problema tan de todos. En vista de eso, mi predisposición a no tolerar comentarios defensivos-ofensivos, es fuerte. Les pido cooperación para complementar este sencillo documento, en otras palabras, les pido con todo respeto comentarios razonables que coadyuven a mejorar e incrementar las apreciaciones que aquí les escribo, como un ejercicio de catarsis en voz alta. Creo que podemos llegar a buenos acuerdos y lograr sensibles cambios en un futuro cercano.

PD: Por considerarlo poco serio, no quise incluir un punto como el siguiente: “Todo funcionario público, líder político o vocero correspondiente, debería perder el derecho a estar armado, tener ‘chofer’ y escoltas”, pero de verdad creo que esto sería tremendo paso para que los funcionarios públicos (tirios y troyanos) se pongan en los zapatos del grueso de los ciudadanos que no gozamos de ninguno de esos artificios para evadir este enorme y grave problema público, la inseguridad en nuestra amada Venezuela.

@samscarpato

 Código: 02-2014-0086

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2014). Venezuela, del vuelo de la política pública a la inseguridad sin control. Primera publicación en fecha 09-Ene-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 26-Dic-2015. Consultado en fecha (Día)-(Mes)-(Año). Disponible: https://samscarpato.com/venezuela-del-vuelo-de-la-politica-publica-a-la-inseguridad-sin-control/