Reflexiones de juventud, 1995

Para poder solucionar eficazmente un problema es preciso abordarlo desde su raíz, sobre todo cuando se está en juego el bienestar social de toda una nación.

El pueblo venezolano ha estado experimentando con angustia toda una gama de programas inmediatistas y transitorios, que en vez de siquiera calmar el hambre y la inseguridad desbordadas, parecieran inocular catalizadores que no hacen más que acelerar geométricamente tan grave situación.

En el caso de la producción agroalimentaria venezolana, se observa cómo el producto de primera calidad difícilmente se distribuye entre nuestra nación o, peor aún, se ve la enorme dependencia que tenemos hacia la importación de alimentos. Esta falta de soberanía crea toda una cadena de desajustes macro y micro económicos que, a la larga, afectan además a los entes que se benefician con la economía de puertos.

Muchos especialistas y conductores del rumbo nacional subestiman la auto­gestión alimentaria como un relevante indicador macroeconómico del cual podría depender, en gran medida, el desenvolvimiento de las demás variables socioeconómicas.

No le echemos la culpa únicamente a los selectivos créditos agrícolas, a las deterioradas vías de penetración o a la difícil competencia exterior, para desaho­gar las penas de un vital bastión que agoniza sin freno aparente. La producción agrícola ha quedado relegada a la voluntad de los pocos productores que quedan en el campo y, dentro de ello, la deficiente organización económica y el inadecuado uso del suelo, son parte importante de las causas que ayudan a elevar drásticamen­te los costos de producción y por lo tanto, se genera un nulo o bajo margen de ganancia, amén de otros problemas sociales y ambientales surgidos por la misma situación. Sin embargo, enfocando la solución sobre un problema de producción, podemos contribuir en resolver la serie de problemas que le alternan.

De acuerdo a un estudio que comenzó como mero diagnóstico económico, efectuado sobre una muestra representativa de pequeños y medianos productores ubicados en puntos extremos de la cuenca alta del río Claro, a cargo de Samuel Scarpato Mejuto (para entonces bachiller) y por medio del Centro de Investigaciones del Decanato de Administración y Contaduría (CIDAC, actualmente DCEE) de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado (UCLA), se vislumbró la relación directa que tienen las actividades de los productores agrícolas, sobre los problemas sociales que enfrentan, además de los habitantes del sector, millones de personas que residen en los centros urbanos ubicados a muchos kilómetros de distancia, como la ciudad de Barquisimeto por ejemplo, la cual sirvió de punto de comparación para la mencionada investigación.

Se abandona el campo sin medidas de contención

Conforme se volcó la atención gubernamental hacia el petróleo, hierro y otros rubros de muy alta y rápida rentabilidad, conjuntamente con la libre importación de productos alimenticios a muy bajo costo, se fue descuidando progresivamente el “talón de Aquiles” de cualquier nación: su autogestión alimentaria.

El masivo desplazamiento demográfico del campo a las ciudades se observó muy silencioso; por otra parte, las presiones sociales ejercidas entre los grupos mayoritarios o desfavorecidos, fueron ciertamente disimuladas mientras que el “papá” Estado cubría cómodamente las “alegrías tísicas” con todo tipo de subsidios que mal acostumbraron a toda una nación, al mismo tiempo que el Producto Interno Bruto se alejaba cada vez más de los niveles productivos y del ingreso real de cada Venezolano económicamente activo.

El productor agrícola comenzó a experimentar nuevas razones que justificasen el abandono del campo; ya no era por la novedad citadina, ni por la atracción comercial o industrial de los centros urbanos, ahora es simplemente una repulsión causada por el estrecho margen de ganancia, producto a su vez de la deficiente organización económica o visión administrativa de la tierra, conjuntamente con el uso inapropiado del suelo, empobreciéndolo y esterilizándolo, siendo ya insoportable la compra y uso exagerado de agroquímicos para remediar esta carencia, entre otros costos productivos.

Las ciudades absorben la angustia de una migración

Ya son incontables las muertes por hechos delictivos sucedidas semanalmente en los centros urbanos de nuestro país. No es un secreto para nadie que estos nefastos pero muchas veces necesarios actos de subsistencia, son perpetrados en su gran mayoría por personas que viven en marginalidad social. Pero lo que no se dice es que las barriadas citadinas están conformadas casi en su totalidad por seres humanos mudados allí a lo largo de los últimos años por abandono directo o indirecto del campo.

Luego, si los sectores formales de la economía se hacen insuficientes como para absorber o emplear semejante cantidad de masa laboral aglomerada en las ciudades, justamente como está ocurriendo en la actualidad, entonces los grupos no em­pleados se ven en la obligación de trabajar en la informalidad para poder subsistir; estamos hablando de la gran mayoría de nuestra población económicamente activa que, por necesidad, caen en delincuencia para obtener el básico recurso con el cual sobreviven.

Entonces, ¿la solución está en aumentar los centros penitenciarios?, ¿en dar mayor armamento a los cuerpos de seguridad? o ¿seguir concediendo becas y demás subsidios sociales? Lógicamente estas medidas resultan un atenuante a tan grave situación, pero contrariamente no se está abordando el problema desde cualquiera de sus fuentes. Más bien se está alimentando el descontento de un pueblo que, con muy corta paciencia, es testigo de cómo se malversa una cantidad exorbitante de fondos de la nación (entiéndase dineros del pueblo venezolano) en absurdas medidas para “salvar la economía del país”, cuando en realidad nos están afectando negativamente en lo más hondo del sentido social o patriota que tanto se defiende.

Actualmente se está realizando una investigación-acción en la zona de Río Claro, estado Lara, por medio de un grupo de estudiantes y profesores de la UCLA, donde se están practicando una serie de correctivos productivos a fin de mejorar la calidad de vida de los agricultores y del ambiente que les rodea. Hay que mencionar que, la­mentablemente, hasta la fecha ha sido prácticamente nulo el apoyo financiero a tan, importante labor a pesar de la insistencia que se ha hecho al Consejo de Desarrollo Científico, Humanístico y Tecnológico de la misma casa de estudios por medio del CIDAC, en especial a través de la dedicada colaboración de la Econ. Concetta Espósito, a quien hacemos justo reconocimiento al término de su impecable gestión como coordi­nadora de dicho centro investigativo.

En la próxima entrega se ampliarán las buenas nuevas de todo lo que se ha hecho con lo poco que se cuenta, incluyendo la muestra protagónica de pequeños y medianos productores que se han prestado a la disposición de participar en programas de econo­mía solidaria, diversificación de rubros y agricultura sustentable.

@samscarpato
1995

 

Código: 04-1995-2017

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (1995). La autogestión alimentaria como problema de seguridad nacional. Inédito de fecha 08-Sep-1995. Segunda publicación en fecha 09-Sep-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/la-autogestion-alimentaria-como-problema-de-seguridad-nacional/