En ocasiones, el mundo corre a velocidades que superan la comprensión que tienes de los acontecimientos, sencillamente te subes para no quedarte atrás y pasas a formar parte de la vorágine de veloces trenes que te convidan (o te obligan) a subirte con determinación a un tren o al otro, sin advertir el muro contra el cual ambos se estrellarán.

Quise vivir en conciencia el proceso de despedida de mi hermana, quien falleció hace unos años, pero mi corazón siente y sentirá que fue hace apenas segundos. Sin embargo, la dinámica te invade, “¿estás con el régimen de gobierno o estás contra él?, eres un miserable por hacer silencio, hacerte a un lado y no opinar”, cosas así recibes casi a diario en tu buzón de mensajes.

Quise hablarle a mis hijos de la importancia de darle luz y alegría al alma cuando ella deja sus despojos y cruza el océano de la transición material, hasta hacerse un todo con la gran luz que seguirá moviendo en nuestros corazones el ánimo por recordar siempre lo mejor, pero nuevamente te empujan a lo que en momentos de sensibilidad pareciese la irracionalidad total, la enajenación de la conciencia superior y la entrega a la ferocidad de la autodestrucción.

Quise sentir el legado ancestral por el cual nadie muere, absolutamente nadie, mientras esté su legado y su recuerdo entre nosotros. Quise avivar ese legado, pero vuelven a mover tu sitio ideal, dentro de ti, y te sacan al lecho de la corriente putrefacta del fratricidio que ves a diario entre tu gente, lo que crees tu país.

Creo que no hemos caído bajo, sino que así lo hemos permitido lo cual es distinto, porque la trama de la vida no la construyen otros por nosotros, sino que la conducimos con nuestros actos y las consecuencias de los mismos. Así es el libre albedrío, el poder de crear, de cambiar y de iluminar, pero también el poder de perturbar y de dejar que te perturben.

Nadie llega al centro de tu corazón (para bien o mal) si tú previamente no lo has permitido, así que no es culpa de tirios ni de troyanos, sino de la apertura que has tenido para con el germen y el atizador del odio que te lleva a alimentar y realimentar la bestialidad que veo entre mi gente, lo que estremece lo que creo es mi país.

Gritar “¡basta ya!” es fácil de hacer cuando no has construido realidades sociales, ni has contribuido a que otros lo hagan, el agite de la psique y el egregor colectivo algún día se apaciguarán y, cuando todo se calme, te darás cuenta del enorme vacío, por eso te invito, como tantas veces lo he hecho, a que construyas la trama social de la vida como soporte de todo cambio. El cambio no llega solo, menos a través de la brutalidad de tirios y la bestialidad de troyanos.

El poder del pensamiento es más fuerte de lo que crees. Podrás derribar más muros si nos conectamos con el poder de UNO y vibramos con la resonancia infinita del universo entero, no hay nada más fuerte que eso. Ni las balas, los gritos o cacerolas, tampoco las tanquetas, la inseguridad y el miedo, nadie ni nada puede ser más fuerte que el poder del universo entre tus manos luego de potenciarlo en tu mente y corazón, ojalá lo descubras y te atrevas a empujar (literalmente) el cambio.

Por lo pronto, sigo refugiándome en el Ser, no en el estar, porque estoy y me proyecto en la medida que Soy; así que recoge las armas y los argumentos fútiles, la nueva humanidad está lejos de ese esquema, esa es otra extraña trama que nos retrotrae a tiempos pasados, la retrogradación del ser y, si alguien lo hizo alguna vez, no te enganches en la involución, debes caminar hacia adelante, siempre adelante.

@samscarpato

Código: 05-2014-3110

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2014). Hay veces que necesitas vivir un trance, un proceso, pero la dinámica situacional te arropa, eventualmente te arrolla. Primera publicación en fecha 23-Feb-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 26-Dic-2015. Consultado en fecha Día-Mes-Año. Disponible: https://samscarpato.com/hay-veces-que-necesitas-vivir-un-trance-un-proceso-pero-la-dinamica-situacional-te-arropa-eventualmente-te-arrolla/