Hagamos un recorrido pascual hasta liberarnos de los prejuicios que nos agobian

Volemos en una brillante y mágica estera de juncos por la noche de los tiempos, hasta tocar más de cuatro milenios atrás y mucho más. La pascua egipcia, Sham El-Nasim, los huevos sagrados que posteriormente nos narran los cantos de Akhenaton, fértiles huevos de pascua en una cesta tejida de palma rezada, colgados en los árboles junto a la casa, donde el olor del aire nos anuncia que entra la primavera boreal, esperando seamos bendecidos y protegidos por los dioses.

Con el tiempo, los humanos “civilizados” interpretamos de estos dioses que debíamos erigir imperios y, además, perpetuarlos a costa del sometimiento de otros pueblos, como el pueblo judío por ejemplo. Por siglos y siglos ha sido odiosamente lo normal, las bendiciones de unos y el sometimiento de otros, ciclos de la historia, por cierto vagamente contada.

Por momentos se rompe el ciclo y llega la sangre del cordero de dios, el dios de los judíos que anuncia hace más de tres milenios y mucho más, ungir con cruces de sangre liberadora nuestras puertas. El sacrificio de aquel cordero de dios, dio nacimiento al Pésah o Pesaj, la pascua judía que conmemora la liberación del pueblo hebreo, la misma pascua que, un milenio más tarde y mucho más, celebraron frente a la última cena Jesús y sus apóstoles en la luna llena del mes de Nisán, rememorando como fue su cultura, la liberación del mismo pueblo judío que les vio nacer.

Hace tres milenios y mucho más, los dioses se saltaron las puertas cruzadas de rojo, los demás vieron morir sus primogénitos y más. Las plagas ya habían hecho estragos en el pueblo egipcio.

La costumbre egipcia ya se hacía también árabe y persa, siglos de imperios en Asia llevaban esta práctica al este de Europa, cuyas festividades de primavera eran tan parecidas, menos por los huevos de pascua que sin embargo fueron asumidos por igual; llegaban a Roma por África, Asia y Europa nórdica y oriental. No había manera de despreciar la festividad pagana que llegaba al imperio romano por todos sus flancos. Huevos coloridos de primavera, bendiciones y fertilidad eran, a pesar de pagana, toda una costumbre consolidada.

Saltando las festividades paganas de los romanos, aquel cordero de dios de los judíos dejó de ser tal, milenio y medio y más después de la liberación de su pueblo, pasó a ser el cordero de dios que quita los pecados del mundo para el nuevo imperio eclesiástico cristiano, apostólico y romano. Desde el Concilio de Arlés (314 dC), el Concilio de Nicea (325 dC) y las disposiciones de Dionisio el Exiguo (525 dC), dieron por institucionalizado el asunto, las pascuas resultaron otras, no tanto en su momento sino en la fuente de la liberación.

Las pascuas dejaron de celebrarse por la colorida y alegre llegada de la primavera y la fertilidad de los campos, incluso dejaron de celebrarse por la literal libertad; ahora se hicieron semana santa y otra más simbólica libertad. Tiempos de agachar la cabeza en reflexión por la crucifixión de un potente predicador judío que nos habló en arameo de liberación; el humilde predicador declamó contra imperios y arrogantes jerarquías pero que hoy en su nombre, erigimos mansiones de piedra y madera, fundamos nuevamente iglesias y dominamos la verdad, la verdad de interpretar sus sueños, su mensaje y el mensaje del padre de todos los cielos, energía universal.

Quisiera que ahora pensemos en la libertad, en la libertad de conciencia, en la libertad para sobre ponernos a los partidos y a la religión, a las razas y a las barreras idiomáticas y, más en especial, a la libertad de decidir nuestra libertad sin que ello implique más imperios, ya no más.

La cultura de la belleza y la comodidad, pero también la cultura del miedo y el remordimiento, nos tienen dando tumbos por milenios y milenios dentro de una esfera que se achica cada vez más y no nos deja ver todo lo que aplastamos al rodar, todo lo que en verdad dejamos atrás mientras creemos avanzar.

Ábrete al cambio sin vacilar, pero sin que el romper las cadenas implique someternos más, nunca más. Espero hayas captado el metamensaje, abre tus manos y deja que sea en ti la energía universal, es mucho más que una esfera de partidos, razas y religiones, es mucho más.

@samscarpato

Código: 05-2014-3113

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2014). Hagamos un recorrido pascual hasta liberarnos de los prejuicios que nos agobian. Primera publicación en fecha 12-Abr-2014 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 27-Dic-2015. Consultado en fecha Día-Mes-Año. Disponible: https://samscarpato.com/hagamos-un-recorrido-pascual/