Alvin Toffler la revolucion de la riqueza
Alvin Toffler, La revolución de la riqueza

Cuando te sientas a asesorar un cliente, por ejemplo en las áreas en las que trabajo (planificación estratégica, formulación y evaluación de proyectos, organización, normalización de procesos, gestión ambiental, entre otras), usualmente lo que gana pauta y respeto del cliente hacia ti es tu experiencia y el manejo de la norma jurídica y de la doctrina administrativa, jamás te sientas a darle una cátedra de teoría.

Sin embargo, en las aulas de clase hacemos lo contrario, los programas oficiales no nos permiten volcar nuestra experiencia, testimonio y asunción o reconocimiento de viejos errores, para que los estudiantes aprendan a partir de la experiencia de calle que tiene el docente. Si lo hacemos, lo hacemos por subversión. Nos convertimos así en unos subversivos respecto de los estamentos de la universidad para la cual trabajamos.

No nos está permitido innovar, cuestionar y combatir desfasados programas, abolir los conceptos y conocimientos que demostradamente no apuntan al progreso ni al desarrollo (bien entendido). Debemos, por tanto, limitarnos a regurgitar lo que plantean los programas y los textos recomendados por estos.

En un acto de subversión, trabajamos con más autores y más conceptos, a ratos libres transmitimos nuestra experiencia de calle, así como lo que hemos fijado y reflexionado en algún curso de postgrado nacional o internacional, pero sigue siendo subversivo hacer o marcar la diferencia, simplemente no está permitido hacerlo. Esta es una manera de como asesinamos la ciencia.

Aparte, un estudiante cuando llega su momento de hacer la práctica profesional, su proyecto científico, memoria o trabajo de grado, se le restringe a investigar sobre lo conocido, más no se le alienta y encauza a investigar sobre lo desconocido. Esta es otra forma de asesinar la ciencia.

Partiendo del reconocimiento por el cual no estamos haciendo ciencia, es decir, creando nuevos conceptos, mejores procedimientos y finalmente un innovador conocimiento, estamos declarando que no estamos haciendo universidad; hemos dejado de funcionar como motores del cambio social, partiendo de la innovación científica en materia tecnológica o en materia de políticas aplicables a todo cuanto acontece en nuestra sociedad.

Por endogamia, deviene el producto literalmente degenerado en nuestras universidades; nos ligamos y reproducimos con los mismos conceptos y conocimientos preestablecidos. Funcionarios degenerados manejan nuestras empresas públicas y privadas, líderes sociales de gobierno y oposición igualmente degenerados en el saber pretenden guiarnos. Es una vorágine de involución que aún no hemos querido reconocer desde el seno más íntimo o medular de nuestras universidades.

Si mi manera de hablar es incomprensible, entonces lee los libros de Alvin Toffler, especialmente “La revolución de la riqueza” (2006) y comprenderás desde múltiples argumentos lo del rezago de las universidades en el mundo entero, y cómo de a poco las empresas y la sociedad civil han dejado de confiar en las universidades como fuente del conocimiento.

Para que dejemos de involucionar como universidad, debemos dejar la endogamia, repito, dejar de acostarnos, copular y reproduciros con los conceptos y conocimientos preestablecidos. Para ello, debemos aceptar que los trabajos de grado, ascenso y proyectos científicos en general, respondan a los temas en apariencia más locos e inverosímiles posibles. Debemos oficializar la creatividad y la intuición científica para apuntar a la innovación y con ello al aseguramiento del aporte a la ciencia como tal.

De manera adicional, los docentes debemos sistematizar científicamente nuestra experiencia, incluyendo los más hermosos y dramáticos testimonios laborales para dar el rostro más honesto a nuestros estudiantes, dialogar con ellos sobre las distintas formas de cómo podemos enfocar las reflexiones, las discusiones y el intercambio de experiencias para ir dando forma a nuevos lineamientos conceptuales.

Sólo así iremos saliendo de la degeneración que nos causa la endogamia, y tal vez nuestros líderes y funcionarios serán (tal vez) menos degenerados, porque la inmensa mayoría ha pasado en décadas recientes por nuestras universidades.

¿Suena fuerte y extraño lo que aquí les digo?, ven a cualquiera mis charlas, cursos o conferencias para sacudirte el alma y animarte a que hagamos las cosas distintas, con ello cimentaremos mejores razones éticas para atrevernos a reclamar un mejor posicionamiento social y económico frente a todos los sectores de la sociedad.

Me resisto a ser un degenerado más y a formar degenerados en mis aulas de clase, para eso salgámonos ya de lo conocido y atrevámonos a investigar y desarrollar lo desconocido, es lo que nos pide la sociedad y el universo entero.

¡Ánimo pues!, ¡que la universidad tiene con qué recuperar su referente histórico!

@samscarpato

Código: 09-2015-7006

Para citar este escrito:

SCARPATO, Samuel. (2015). El rezago de las universidades como causa y consecuencia de su propia extinción. Primera publicación en fecha 28-May-2015 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 21-May-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/el-rezago-de-las-universidades-como-causa-y-consecuencia-de-su-propia-extincion/