La selección Vinotinto femenina se alza con el Suramericano en el Estadio Metropolitano de Cabudare, Venezuela, 2016.

Trabajar y avanzar a pesar de la crisis y la incertidumbre, es tal vez la mayor moraleja que nos dejan las campeonas del Suramericano de Fútbol Femenino Sub 17. Hagamos un repaso de ciertos detalles tras bastidores y un ejercicio de llevarlo como ejemplo a nuestra situación país.

Mientras perdíamos la voz y acentuábamos la arritmia cardíaca en ese partido final, dentro de un ensordecedor ambiente en medio de más de 40.000 personas por todos lados, asomados desde todas las gradas, pasillos y escaleras, disfrutábamos en familia ese último y más tenso partido del torneo, sin importar que al mismo tiempo allá afuera estaban forzando la seguridad de mi carro para intentar sustraer de él la batería.

Había que gritar ¡Vamos Vinotinto!, ¡Arriba Venezuela!, entre otros cánticos, como también abucheos al cuerpo arbitral y ánimo entre nosotros y a las talentosas chicas que daban todo de sí ante una escuadra brasilera que jugó un partido muy bien estructurado, con verdadero potencial para ganar también.

En casa hacemos seguimiento a estas chicas desde niñas, y han resultado un evidente fenómeno deportivo en los últimos años, con un cuerpo técnico de primera (pagado como de segunda) y con una cohesión de equipo que debe dar lecciones de trabajo a toda Venezuela. Allí es donde quiero detenerme.

Un tiempo atrás conversaba con una de las madres o representantes de ellas y me decía lo difícil que se les hacía sostener ese ritmo de prácticas, campeonatos, viajes, logística…, en comparación con la enorme fama que merecidamente proyectan estas chicas en torno a sus logros futbolísticos. El secreto es la familia.

Por igual le decía a esta amiga que algo me tocaba de esta historia, tengo hijos adolescentes, atletas de alto rendimiento en otra disciplina (esgrima), encabezando el ranking nacional, pero sin patrocinio alguno para la base de su trabajo deportivo: las prácticas diarias y los pequeños campeonatos locales, todo lo cual implica un desgarre presupuestario en comidas, traslados, trajes, artefactos, asistencia técnica, calzado y horarios especializados.

Levantar uno o varios hijos para que sean buenos estudiantes y a la vez atletas de alto rendimiento, implica renunciar a casi todo pero ganar la tranquilidad de saberlos encaminados. Hacer esto en plena crisis nacional sistémica es aún peor. La sociedad política riñe con la economía para hacer de ésta un ámbito inviable, mientras los medios no te dan esperanza alguna cuando invitan a nuestros hijos a tener a toda costa un smartphone e insultar a sus padres. No es nada fácil.

Las chicas de nuestra Vinotinto sub 17 no han vivido mejores experiencias en su levante o ascenso. Las prácticas diarias, sus quehaceres escolares, el radical cambio de agenda familiar para atender estos importantes procesos, los 14 módulos mensuales previos al torneo suramericano, suponen en conjunto un esfuerzo que, los que pasamos por eso, sabemos que no se ve sustentado por el patrocinio, más de enormes torneos que de prácticas diarias.

Nuestro reconocimiento entonces a las familias y a los entrenadores que “dejan el pellejo” por el trabajo de base de esos primeros cinco a diez años de prácticas, esa cotidianidad escondida, esos valores familiares y espirituales que les brotan en cada actuación y les han permitido administrar con estoicismo la fama bien merecida. En todo esto, reiteramos otra de las mayores amalgamas o adherentes: la dirección técnica en su mayoría sin ánimos de lucro, pero que ya es tiempo de dejar de pasar trabajo.

A rasgos generales, los entrenadores en Venezuela son muy mal pagados. Me refiero a los entrenadores de esas prácticas diarias de la fase más importante de nuestros atletas, su infancia y adolescencia. Junto con las familias y su determinante cambio de ritmo, están entonces los responsables de los entrenamientos más cotidianos, nuestro reconocimiento a ellos, señores de la construcción y consolidación de la identidad humana.

Volvamos al equipo. Por supuesto que despunta la número 9, nuestra Deyna Castellanos, que desde temprana edad ha recibido títulos y galardones internacionales, incluso más que cualquier futbolista venezolano de cualquier categoría o edad. Pero el equipo no es Deyna, porque todas (increíblemente todas) son verdaderas estrellas.

Sin arqueras como Nayluisa, posiblemente hubiésemos ganado varios partidos, posiblemente no; esta chica es un fenómeno en comparación con cualquier otra portera de su edad. Pero la defensa y la movilidad de Hilary, Sandra, Verónica, son sencillamente implacables, férreas y sin descanso alguno.

A Deyna la hemos visto a veces expectante muy arriba, esperando el pase magistral para terminar de hacer las jugadas de gol pero, de no existir la asistencia del resto de su equipo, veo imposible tan afamados logros. Gladysmar, Dayana, María Gabriela, Olimar, Yerliane y el mayor terror de cualquier adversario, Daniuska, son las genuinas pulsadoras incansables del equipo. Honor también a las que estuvieron entre la banca de suplentes y su eventual participación en varias contiendas, todas muy pero muy buenas.

Les decía que esa es la Venezuela que queremos. Una Venezuela heterogénea que juega en equipo y que involucra en su juego a la cotidianidad como palanca de cambio y de logros, donde el esfuerzo viene de abajo y debe ser reconocido. Queremos una Venezuela donde se deje trabajar y se le dé paso a ese esfuerzo cotidiano, que resulta la mayor muestra y experiencia de desarrollo.

Grandes jugadas estructuradas con acciones concertadas.

Grandes políticas estructuradas con acciones concertadas.

Así se juega a ganar en la Vinotinto.

Así se debe jugar a ganar en Venezuela.

Avanzar pese a la crisis, ¡déjennos trabajar y reconózcanlo!

@samscarpato

Código: 02-2016-0137

Para citar este escrito: 

SCARPATO, Samuel. (2016). De la vinotinto femenino y la Venezuela que queremos. Primera publicación en fecha 23-Mar-2016 en el medio Facebook. Segunda publicación en fecha 29-May-2016. Consultado en fecha (día)-(mes)-(año). Disponible: https://samscarpato.com/de-la-vinotinto-femenino-y-la-venezuela-que-queremos/